Paladar

15.11.09




Degustaba un exquisito concierto de música hasta que una fusa se le clavó en la garganta y estuvo a punto de morir ahogado.



Escolio

14.11.09



El espacio intergaláctico es la esencia de la soledad.

Los ‘yonis’

13.11.09



Adentrarse en aquellos andurriales era como traspasar la frontera de la inocencia. Con cada paso dado en esos parajes crecía el riesgo y se apoderaba de mí una sensación de temor, semejante a la que veía en el cine cuando los exploradores penetraban en el territorio comanche, y se acrecentaba la inquietud por ser descubierto junto a la pandilla con la jugaba.

Los ‘yonis’ eran un grupo de chavales que rozaban la adolescencia. Todos habíamos oído hablar de su travesuras mezcladas con actos cuasi delictivos como pequeños hurtos y algunas gamberradas, relatos que se amplificaban en los cuchicheos de los niños. Habían fabricado arcos con ramas de adelfas y flechas de carrizo con puntas de lata, cinturones de cuero con flecos y una funda para un puñal, donde algunos guardaban un arma blanca, así como gomeros.

Cuando realizábamos alguna excursión a las viejas minas de zinc abandonadas desde hacía años, en nuestras mentes infantiles no dejaba de estar presente la terrible acechanza de los ‘yonis’ y un temido encontronazo con ellos. Sólo en una ocasión ocurrió tal desventura.

En las minas de atutía no topamos con los ‘yonis’. Allí fuimos hechos prisioneros porque casi nos doblaban en edad y en cuerpo, y nos condujeron a un pequeño bosque de eucaliptos. Dijeron que nos harían la carrera de la flecha, una prueba para salvarnos sacada de alguna película de indios. Lanzaban un flecha y el que la traía de vuelta se podía marchar. En una de los lanzamientos pude llegar antes que otros chicos pero tuve un dilema moral, en el grupo de los prisioneros viajaba un pequeñajo que corría menos que el resto y que no tenía oportunidad de escapar. Le di mi flecha.

Al final quedé yo sólo y los ‘yonis’. Amarraron mis manos con un alambre de espaldas a un árbol. Simularon disparar sus flechas contra mí. En esos momentos pensé que aquel juego podía terminar en alguna mala herida y entre lágrimas les dije que pararan. Mi llanto debió ablandarles o se aburrieron del juego y me dejaron marchar. Volví con mis amigos alborozado y pensé en su pequeña crueldad, entonces incomprensible para mí.

Consumos

12.11.09



El mayor consumo de tiempo que los internautas de todo el mundo invirtieron en Internet durante el mes de septiembre, unos 4.000 millones de horas, lo hicieron en Microsoft gracias a un artilugio llamado Messenger, en especial su chat, según comScore Media Metrix. Es decir que gran parte de la revolución tecnológica se invierte en la evasión de la cháchara.

Le siguió Google con un consumo 2.500 millones de horas, Yahoo! con 1.700 y Facebook con cerca de 1.400, otro de los grandes prodigios del embelesamiento humano en la era de las relaciones virtuales.


Psicopatología del dolor

11.11.09



¿El dolor duele por igual a todos?

El maestro zen

10.11.09



—Se como las plantas —le dijo.

—Cómo maestro —le interrogó el aprendiz con curiosidad.

—Míralas. Cuantos más excrementos le echan más crecen.

—Qué quieres decir maestro —dijo extrañado el discípulo.

—Que tenemos la necesidad de reciclar todo aquello que nos echen encima y transformarlo en energía vital.

Luego de respirar profundo, el maestro zen juntó sus manos y cerró los ojos para seguir en su meditación. El novicio volvió, mientras pensaba en lo escuchado, a su tarea de segar la hierba.

Ecos

9.11.09



Según Nicholas Chamfort «hay épocas que la opinión pública es la peor de todas.» Y la actual puede ser una de ellas dado su estado de soterramiento y la virtualidad de su voz, cada vez más anónima y cada vez más disgregada en la 'normalidad'.

Un punto final

8.11.09




En su blog publicó una frase de su autor favorito y cuando éste la leyó se suicidó.



Metabolismos

7.11.09



La vida es un error congénito.

El inspector Arguila

6.11.09



En él se resumían todas esas características que hacen de una persona un personaje literario. El inspector Arguila y su eterna gabardina, que parecía robaba al mismísimo Humphrey Bogart, aparecía en los lugares más inesperados e insólitos y cuando menos lo esperabas. De no ser por su físico enjuto y enclenque hubiera dicho que era una reencarnación de Ignatius J. Really.

Ocurrió que aquel estudiante de tanto usar el personaje inventado se olvidó por completo de su persona y ya nadie lo llamaba por su nombre, sino por el mote adoptivo. Gustaba de impresionar a la gente joven haciéndose pasar por un verdadero policía secreto y les requisaba el hachís.

Pasados aquellos años de locura no sé qué habrá sido de él. Terminó los estudios de Magisterio y lo supongo entregado a la enseñanza. Mi duda es si tendrá guardado aún aquel peculiar personaje dentro de algún armario.

Vivo después de muerto

5.11.09



Existen algunas páginas webs dedicadas a emitir un mensaje póstumo desde ultratumba. La última voluntad desde el más allá, ese postrero consejo o reproche final a los seres queridos u odiados. Un protocolo se activa y el correo electrónico se encarga de transmitir el testamento de quien se ausentó de los vivos. Es un fenómeno conocido como ‘Libro de la muerte’ que, entre ingleses y norteamericanos, goza de una cierta popularidad y que no tardará en extenderse a países como España. Incluso se pueden proyectar mensajes para que sean enviados en fechas concretas. Algo así como si programara los comentarios de este blog para que aparezcan cuando ya no esté entre los vivos.





Nota del autor para tranquilidad de los lectores de esta bitácora.- Este
post cierra un mini ciclo de reflexiones relativas a la naturaleza efímera de la existencia.

Pronóstico

4.11.09



¿Morirá Internet algún día?

Expectativas

3.11.09



—Desde que nací estoy esperando morirme.

—¿Esperas morirte?

—¿Tú no?

—Yo no estoy esperando la muerte.

—Bueno, será la muerte quien te espere a ti.

—Yo espero vivir.

—Piensa que es la única cosa que se puede esperar sin que te falle.

Difunto

2.11.09



Advierte Cioran: «La muerte es demasiado exacta; todas las razones se encuentran de su lado.» Es por ello que es la única confiabilidad a la que otorgo crédito.

Pésame

1.11.09



Fue a ofrecer las condolencias a un conocido por el fallecimiento de un familiar. Al acercarse a la casa vio la mesilla con el libro de firmas y las sillas en la puerta. No era una tarea grata, más había que cumplir. Fuera no había gente y pensó que quizás era muy pronto o muy tarde. La entrada de la calle abierta y en el recibidor los asientos permanecían vacías. Tampoco se escuchaba ningún ruido que advirtiera de gente dentro de la vivienda. Se extrañó y dudó si entrar o marcharse para regresar después, aunque se dijo que ya que una vez allí no era cuestión de volver otra vez. Entró con parsimonia mientras buscaba con la mirada la presencia de alguien. El velatorio estaba vacío. Su olfato lo orientó hacia el olor a crisantemos, gladiolos y lirios que emanaba desde una habitación al fondo del domicilio. Durante un instante estuvo desconcertado sin saber a dónde ir, pero se decidió y llegó hasta la estancia donde permanecía el féretro. El cadáver faltaba y en su lugar un cartel indicaba: «ni vivo ni muerto». Sintió un repentino escalofrío y se marchó. Caminó molestó un rato porque consideró inútil su acción y, sobre todo, se sintió frustrado por no haber podido dar el pésame a nadie.



Lapidario

31.10.09



La vida es una enfermedad de la que nunca se sana.

Las 'benildes’

30.10.09



Entre las tareas gratas de ser recadero en la infancia estaban los encargos de mercería. Ir a comprar una cremallera, unos botones o una bobina de hilo al salir del colegio me producía cierta fascinación. Al llegar a la tienda no me importaba, incluso, que alguna persona mayor se saltara mi turno, algo que me permitía permanecer en aquel lugar y observar, durante más tiempo, un universo caótico e ilógico. Me eternizaba en una esquina del pequeño local hasta que mi presencia era descubierta por una de las 'benildes’ y me requería para ser despachado. Las dependientas y dueñas del comercio recibía ese apelativo porque el nombre de una de ellas era Benilde, aunque nunca supe cuál de las dos fue bautizada como tal.

‘La tienda de los líos’, como era conocido el pequeño negocio, constaba de una sola habitación y un par de pequeños cuartos sin puertas que servían de almacén detrás del mostrador. Desde dentro de los pequeños cuartos descendía una montaña de muestrarios de botones, ovillos, bobinas de encaje, adornos y otros artículos de costura, por donde las 'benildes’, junto a su padre –un hombre menudo y enlutado–, escalaban o descendían en busca de alguna petición de los clientes. Siempre me preguntaba cuánto tiempo habría tenido que pasar para formar tan extraordinaria pila de objetos que llegaba casi al techo del fondo de las habitaciones. Era un cálculo imposible para mi mente infantil y sólo pude averiguar que cualquier objeto que iba a parar al suelo jamás era recogido. La causa todavía hoy día es un misterio para mí, al igual que aquella atmósfera de tristeza y poca luz que allí se respiraba.

Delincuentes cibernéticos

29.10.09



Internet es un espejo del mundo real. Un invento prodigioso que ha causado una revolución cuyas consecuencias definitivas son aún desconocidas. Su maravilla no sólo reside en la aportación que hace a la comunicación y al conocimiento entre otros muchos aspectos donde están involucradas las personas. Sorprende también porque a la vez que crece su cara amable, en correspondencia, prospera el lado facineroso del ser humano como el caso de la falsa publicidad infectada de virus. Es nuestro sino.

Impronunciable

28.10.09



¿Existe realidad más allá de los límites del lenguaje?

Géneros de la amistad

27.10.09



—Los amigos en la infancia son como personajes de un cuento de hadas.

—Normal, es un tiempo de inocencia.

—En cambio en la juventud parecen una narración de aventuras.

—Lo da el momento.

—En la madurez todo se transforma y la amistad es como un serial que va de la ficción a la novela negra.

—No diría yo tanto. Algo de folletín sí que puede haber pero mezclados con otros géneros como, por ejemplo, el ensayo.

—Y en la vejez la amistad es novela histórica, memoria de lo que fue.

—Y tú y yo qué texto somos.

—Lo nuestro es puro realismo fantástico.