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Vocaciones perdidas

11.11.19



En cierta ocasión, un buen colega de profesión, me hizo una confesión sincera: «a ti lo que te pasa es que eres mejor poeta que periodista». Lo dijo como un halago a mis versos entonces bisoños y soñadores, pero le debió sonar fatal y rectificó sobre la marcha para señalar que no es que fuera mal periodista. No le dejé terminar la frase porque lo vi apurado y le dije que había entendido lo que quería decir. Pero aquella anécdota abrió las grietas de la duda y el auto interrogatorio. 

Lo mejor de mí, supe, no iba a salir de mi profesión y mi salario, sometida a las ganancias empresariales y beneficios de los integrantes de los consejos de administración, y en la que a pesar de todo he puesto la dignidad que soy capaz de ejercer en ella y mi entrega profesional. También razoné que siempre conseguiría lo mejor donde no hubiera límites y expresará lo que pienso y lo que siento. Por eso deduzco que el poeta le ganó al periodista.