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El Lele

11.12.09



Fue uno de los personajes más odiados y temidos de la infancia. Ayudaban a marcar más ese sentimiento, su alta y esmirriada figura desgarbada que se distinguía desde lejos. Apenas alguno de los críos lo avistaba, daba la voz de alarma que corría por el barrio como la pólvora. El Lele cazaba perros a lazo con un tubo metálico del que sobresalía un alambre en forma de pera y, por tanto, atacaba el amor por los animales que suelen atesorar los niños. Todos corrían a esconder sus mascotas callejeras para que no fueran llevadas a la perrera y después sacrificadas. Incluso, llegado el caso, el inconsciente animalismo de los chavales hacía que se enfrentaran con aquel hombre y tirándole piedras para que soltara al último chucho capturado. Sobre el Lele se referían terribles leyendas urbanas siendo la más famosa que su alimentación estaba basada en la carne de perro, tan alejada de la realidad porque por cada ejemplar pillado le pagaban una mísera cantidad de dinero para mantener a su numerosa familia.

Lo que más me impresionaba era ver a los chuchos alejarse en un destartalado camión mientras los escuchaba aullar y pensaba en la ejecución que les esperaba. Tampoco me gustaba el trato que algunos chiquillos practicaban a los canes como masturbar a un pobre cachorro para que anduviera detrás de ellos todo el día, o cuando una pareja canina en plena copulación la perseguían a pedradas para que dejara de practicar un acto aparentemente obsceno.

El Lele fue el primer enemigo público de mi niñez.