Principio de perplejidad

21.11.25


Existe un destino certero y luego está la incertidumbre de lo que somos.


Fabricantes de ignorancia

20.11.25


Hay ignorancias que nacen del descuido, y otras que se siembran con esmero. Vivimos rodeados de verdades a medias, de silencios convenientes, de datos que brillan para ocultar otros. Y en ese terreno fértil de la confusión florece lo que llaman agnotología, es decir el estudio de la ignorancia fabricada.

No se trata de la inocente falta de conocimiento, sino de un no saber cuidadosamente construido. Alguien decide qué se oculta, qué se tergiversa, qué se disfraza de duda. Y así, el desconocimiento deja de ser un accidente para convertirse en una herramienta.

La agnotología nos recuerda que la ignorancia también tiene autores. Son gobiernos que esconden, corporaciones que manipulan, discursos que nublan en lugar de iluminar, pero también somos cómplices, porque a veces preferimos la niebla a la claridad, el rumor a la verdad, la comodidad de no saber a la responsabilidad de entender.

El conocimiento libera, pero el exceso de ruido lo adormece. Por eso, aprender hoy no consiste solo en buscar lo que se sabe, sino en reconocer lo que nos quieren hacer ignorar. La agnotología es, en el fondo, una poética de la sombra, una invitación a mirar no solo la luz del saber, sino también las manos que la sostienen o la apagan.


La densidad de las palabras

19.11.25


Las palabras no son corchos que echas al agua y flotan. Tienen que tener un peso específico que las haga hundirse en nuestro interior. Solo así dejan sedimento, memoria, huella.

Las palabras ligeras resbalan, suenan, pero no tocan porque se las lleva el aire, como polvo que no encuentra superficie donde adherirse. Las otras cuya densidad la hace verdaderas, descienden lentamente hasta la zona donde la conciencia guarda su materia viva. Ahí, en ese fondo íntimo, empiezan a trabajar en silencio.

Una palabra con peso se densifica y nos obliga a detenernos, a respirar de nuevo, a reacomodar el mundo en torno a ella. A veces incomoda, a veces consuela pero siempre transforma, porque solo las que hunden en nosotros su gravedad son capaces de sostenernos.


Macilentos

18.11.25


No nos cansa la fatiga ocular sino aquello que deja de revelarnos su misterio. La mirada se agota cuando el mundo pierde su espesor, cuando los objetos ya no nos entregan su secreto y la realidad se vuelve superficie. La fatiga no nace de los ojos sino de la falta de asombro. Nada pesa más que lo que ya no tiene misterio porque cuando todo parece conocido, la vida se nos vuelve plana, inerte, sin relieve y, entonces, comprendemos que el cansancio no viene de la luz, sino de la ausencia de revelación. No nos cansa la fatiga ocular sino aquello que deja de revelarnos su misterio.


Un alto

17.11.25


Me sostengo, no sé, en la punta de algo, el punto más extremo de la evolución humana. No soy más que un espécimen, como otros miles de millones que viven en este planeta. Contemplo pues la cima de todo lo que nos ha traído hasta aquí. Y en mi conocimiento se mezclan aspectos horribles, aspectos hermosos, en una mirada única y disoluble en el tiempo. Y esa atalaya será ocupada por otros seres humanos que me sucederán porque somos un sustrato de la vida. Es desde esa conciencia enardecida desde la que me pregunto qué hago aquí.


El espectador

16.11.25


Me contó que su gran sueño, su única ilusión, era participar como público en un programa de televisión. Ser un obediente espectador que aplaude y se ríe cuando lo indica el regidor. Sería el súmmum de su existencia extasiarse ante presentadores y famosos. Sería feliz siendo público de televisión.

Y un día lo consiguió. Lo vi en la pantalla, en la segunda fila, sonriendo con devoción y aplaudiendo con fervor cada vez que la luz roja se encendía. Desde entonces no ha vuelto a salir de allí: cambia de programa, de canal, de época, pero siempre está sentado, mirando hacia un escenario que no termina nunca.

Dicen que, si haces zapping con atención, todavía se le puede ver, feliz, esperando la próxima orden del regidor.


El alivio de lo imposible

15.11.25


A veces sueño con cosas imposibles. No importa que no sean ciertas, bastan con que me sostengan en mitad de la cotidiana rutina, porque esos sueños inventan una fisura en el tiempo, un respiro para recordar que aún puede imaginar. Lo imposible cumple una función secreta que no es otra que la de mantenernos despiertos, ya que mientras la razón mide lo alcanzable, el sueño nos concede una leve fuga, un instante sin peso, en esos días en que la vida se vuelve demasiado real, y solo lo inasible nos devuelve la esperanza. A veces no soñamos para realizar los sueños sino para alivianar el peso de existir.


La trampa de la memoria

14.11.25


Hay recuerdos que creemos intactos, como fotografías protegidas por un cristal, pero basta tocarlos para descubrir que el vidrio es, en realidad, un pantano. La memoria, esa zona que suponemos firme, tiene la consistencia de las arenas movedizas y cuanto más intentamos sostenernos sobre ella, más nos hundimos. Idealizamos el pasado con la esperanza de que nos devuelva una versión coherente de lo que somos y, sin embargo, lo que guardamos no es lo que fue, sino lo que hemos sobrevivido en ser, y cuando nos empeñamos en rescatar la imagen precisa de un instante, esa misma precisión se convierte en trampa porque el recuerdo se resiste, se hunde, se escapa entre los dedos. Cernuda supo que el deseo termina disuelto en la memoria, como una figura que el agua borra. Borges advirtió que recordar demasiado puede ser un infierno: el exceso de pasado paraliza. Ambos comprendieron que el olvido no es un enemigo, sino un derecho y tal vez, por eso, la memoria no esté hecha para conservar, sino para arrinconar las cosas. Lo que se hunde en ella no se pierde pero se transforma en silencio, en sustancia de lo vivido. Y esa aceptación, más que un acto de renuncia, es una forma de paz.



El error que fuimos

13.11.25


Todos los errores cometidos nos han traído hasta aquí. Cada tropiezo, cada desvío, cada torpeza ha tejido, sin saberlo, la trama de lo que somos. Sin ellos, quizá habríamos sido una versión más pulida, pero también más ajena, más irreal, porque los errores no solo deforman el camino sino que lo revelan. Nos muestran el contorno de nuestras búsquedas, la medida de nuestros límites y, a veces, incluso el modo secreto en que la vida nos corrige sin decirlo. No hay destino sin falla ni aprendizaje sin caída. Sin los errores que fuimos, no existiría la verdad que hoy nos sostiene.


El puzle

12.11.25


Nunca terminarás de encajar todas las piezas del rompecabezas de tu vida. Siempre faltará una, o sobrarán dos. Y, sin embargo, seguirás ordenando los bordes, girando las figuras, buscando el fragmento que encaje con lo que fuiste. La vida no se completa: se sostiene en su hueco. Cada pieza ausente nos recuerda que seguimos vivos, que aún buscamos. El sentido no está en terminar el puzle, sino en mirar cómo la imagen, aun incompleta, sigue teniendo forma.


Cernudiana

11.11.25


El tiempo como una enredadera cubre de olvido los muros de todo lo sentido.


Replegarse

10.11.25


Veo el mundo sin verme en él y entonces lo comprendo porque mientras me miro, todo se distorsiona y las cosas dejan de ser y se vuelven puro reflejo. Solo cuando me retiro, el mundo recupera su forma. Por eso, tal vez, comprender no sea poseer ni juzgar, sino desaparecer un instante de aquello que se contempla. La verdad no se alcanza con la mirada, sino con la renuncia al yo que mira.


Invasiones

9.11.25



Durante muchos siglos la Gran Muralla China aguantó innumerables arremetidas mongolas pero con el paso del tiempo no ha podido contener las incursiones bárbaras de los turistas. Ahora llegan en oleadas, armados con cámaras, teléfonos y palos de selfi. No buscan conquistar territorios, sino encuadres. Allí donde antes resonaban ecos de guerra, hoy se escuchan clics y risas en todos los idiomas. Media guardia ha desertado y el resto de guardianes ha dejado de vigilar el horizonte y se dedica a controlar el acceso del wifi.


Recibimientos

8.11.25


La solidaridad es tantas veces criticada por quienes podrían ser sus beneficiarios, que asusta la honda ingratitud del corazón humano. Parece que ayudar se ha vuelto sospechoso y recibir, una herida al orgullo. Y olvidamos que la solidaridad no humilla sino que dignifica al que da y, por supuesto, al que acepta. Pero vivimos en tiempos donde la dependencia se confunde con debilidad y la empatía con ingenuidad, donar se interpreta como paternalismo y aceptar como derrota. Y sin embargo, toda sociedad se sostiene sobre el intercambio invisible del cuidado, porque nadie se salva solo, aunque a veces la autosuficiencia lo disfrace de virtud. Quizá el verdadero desafío no sea aprender a dar, sino reaprender a recibir y a reconocer en el gesto ajeno no una ofensa, sino una forma de humanidad compartida. Recibir con gratitud también es una forma de dar.


Inventario de las cosas impensadas

7.11.25


El pensamiento humano ha conquistado casi todo, salvo el misterio de lo que no puede pensar. Y quizá en ese límite invisible habite la conciencia de que siempre habrá algo que aún no hemos pensado. Pongamos en duda que el pensamiento sea la cima de la conciencia sino su base porque, aunque hayamos pensado en dioses, en átomos, en universos paralelos, en el infinito, en la trascendencia o las máquinas que por nosotros actúan, deben de existir zonas del ser todavía no tocadas por mente alguna.

Un sentimiento sin cuerpo.
El silencio sin sonido.
El deseo de una inteligencia que no necesita desear.
Cómo nos percibe la materia.
El tiempo contándose a sí mismo.
El morir de la muerte cuando nada exista.
La desaparición de todo lo no aparecido.

Al nombrar en lo que no se ha pensado ya deja de ser impensado. Nombrar lo impensado es ya una forma de pensarlo pero aceptar que algo permanece más allá del pensamiento es lo que mantiene viva la inteligencia humana.


El instante eterno

6.11.25


No existe nada más eterno que el instante que vivimos. El resto tanto pasado como futuro son ficciones de la mente, un registro y un bosquejo. Solo el presente tiene cuerpo, solo en él respiramos conciencia.

El instante no dura, pero deja huella. En su brevedad se condensa la memoria, el deseo, la cognición del ser. Su eternidad no proviene del tiempo, sino de la intensidad.

Cuando un momento nos atraviesa plenamente, el reloj se detiene no porque el tiempo cese, sino porque dejamos de medirlo. Esa suspensión es el territorio de lo intenso, el punto donde la vida y la eternidad se lían y aunque busquemos la permanencia en lo que dura, lo eterno habita en lo que sucede y se marcha. La eternidad no está en el infinito, sino en el ahora consumido. Vivir es conceder al instante la dignidad de lo imperecedero.


El arquitecto de las ideas

5.11.25


Tuve dos vocaciones de juventud: ser poeta y ser arquitecto. Emborroné cuadernos, regalé malos versos e insistí hasta que el tiempo me hizo flojear de aquel empeño. También diseñé edificios y soñé imaginativas construcciones mientras estudiaba Delineación, pero nunca alcancé aquella meta. De la primera ambición ya me curé, aunque no del todo, porque dicen que los poetas nunca se remedian, solo se transforman, y ahora, sin proponérmelo, me realizó en la segunda.

Igual que un arquitecto que diseña obras de arte y tiene un gran equipo que las realiza, técnicos que hacen los cálculos, obreros que la levantan, ahora me he convertido en un arquitecto de las ideas que proyecta estructuras invisibles que ya no se construyen en piedra, sino en el pensamiento, con miles de máquinas inteligentes que las construyen, que las revisten, que las detallan, según mi plan director de la obra.

La inteligencia artificial ha desplazado las manos, pero no el gesto creador. Esas máquinas no son mis obreras ni mis sustitutas, sino los instrumentos con los que mi pensamiento se vuelve materia. Como todo buen arquitecto, debo saber cuándo intervenir y cuándo dejar que la obra se construya sola. Quizá esa sea la paradoja de nuestro tiempo: las ideas todavía necesitan un arquitecto, aunque el edificio ya se levante sin manos humanas. El diseño imaginativo sigue siendo un acto de pensamiento humano.

Desde los primeros filósofos del siglo XX, la relación entre el ser humano y la técnica ha sido una de las grandes cuestiones del pensamiento. No se trata solo de cómo usamos las herramientas, sino de cómo las herramientas nos piensan a nosotros.

Martin Heidegger, en ‘La pregunta por la técnica’, afirmaba que el peligro no está en las máquinas, sino en la manera en que nos relacionamos con ellas: cuando dejamos de verlas como medios y empezamos a pensar como ellas. La técnica, decía, no es un instrumento, sino una forma de desocultamiento, una manera de revelar el mundo. En ese sentido, el arquitecto de las ideas no es esclavo de sus máquinas, sino su guía ontológico, el que decide qué debe ser revelado.

Al respecto, Walter Benjamin advirtió que la reproductibilidad técnica transformaba la experiencia del arte, pero también democratizaba el acto creativo. La obra ya no depende solo del genio individual, sino de un tejido colectivo de medios, dispositivos y miradas. Algo parecido ocurre con la inteligencia artificial donde el creador sigue existiendo, pero ahora su taller es el universo digital.

Más tarde, Gilbert Simondon entendió la técnica como una forma de individuación donde cada herramienta encarna un fragmento de pensamiento humano en evolución. Crear con máquinas no significa perder autonomía, sino extender la mente hacia otros materiales de lo posible.

En ese horizonte, El arquitecto de las ideas no plantea una nostalgia por el pasado artesanal, sino una continuidad espiritual en el acto de proyectar, de concebir formas, de imaginar estructuras, sigue siendo profundamente humano. Porque mientras haya alguien que trace el plano invisible de una idea, la técnica. por muy autónoma que parezca, seguirá siendo una obra del pensamiento en construcción.


Saludable creatividad

4.11.25


Vivimos rodeados de discursos sobre productividad, innovación y rendimiento. Sin embargo, casi nadie habla de creatividad en su sentido más humano: como una forma de libertad interior. Crear no es solo inventar algo nuevo, sino abrir espacio donde antes solo había rutina, obediencia o miedo.

Una mente caótica en una vida ordenada es una suerte porque en el caos interno impide que la existencia se endurezca, que la costumbre adquiera la forma de destino. La creatividad es esa grieta luminosa por la que entra el aire del asombro.

Ya Gilles Deleuze y Félix Guattari advirtieron que no nos falta comunicación, sino creación. En una época saturada de mensajes y datos, la resistencia más profunda no está en hablar más, sino en imaginar distinto. La entereza imaginativa ante lo actual es lo que alivia su peso, lo que nos salva del conformismo que disfraza de normalidad lo intolerable.

Erich Fromm escribió que la creatividad requiere el valor de desprenderse de las certezas, ya que toda invención nace de una pérdida y solo quien se atreve a soltar los mapas encuentra caminos nuevos. La perplejidad, lejos de ser debilidad, es una forma de inteligencia, la que sabe vivir sin saber del todo.

Frente a un sistema que todo mide y anticipa, solo dos actitudes mantienen viva la dignidad del pensamiento, la creatividad y la subversión, hermanas del mismo gesto de negarse a repetir. Fomentar la imaginación en la niñez no es un lujo educativo, sino una urgencia moral. Un niño que imagina será un adulto que sobrevive, no porque tenga respuestas, sino porque sabrá inventarlas.

Adivinatorias

3.11.25


Imaginamos el porvenir con los ojos del presente, con los mismos temores y deseos que nos limitan hoy. Confundimos proyección con comprensión, como si ver más lejos fuera entender mejor. Pero el futuro no se deja adivinar: se inventa, se desvía, nos desmiente. Quizá lo más sabio no sea intentar verlo, sino aprender a recibirlo sin la soberbia de creer que ya lo conocemos. El problema de pronosticar el futuro es que caemos en nuestra propia miopía.


El charco

2.11.25


El niño chapotea con sus botas de agua en un charco formado por la lluvia. Aparentemente sin ningún peligro da saltos de alegría, hasta que en un momento el charco se hace profundo y el chaval se sumerge en él. Después la superficie del agua como un espejo queda aquietada y refleja un cielo. Nadie lo vio desaparecer, pero a veces, cuando llueve, se oye una risa lejana que brota desde los charcos, como si el niño siguiera saltando al otro lado del mundo.


Ensanchar la libertad

1.11.25


La libertad no siempre se alza, a veces se dilata como el aire que entra hondo después de mucho contenerlo. Se ensancha cuando caminamos sin prisa, cuando escuchamos sin miedo, cuando dejamos de obedecer al ruido. Ensanchar la libertad es también agrandar la libertad del pensamiento, permitirle desviarse, dudar, contradecirse sin culpa. Es dejar que la mente respire sin dogma, que la idea no se vuelva trinchera, que la palabra no sea jaula. Ensanchar la libertad es permitir que la vida respire por dentro sin mandato ni miedo, convirtiendo lo cotidiano en un territorio donde la ideas puedan moverse con naturalidad. Quizá la libertad no sea una conquista sino un ensanchamiento como se expande la luz en la mañana.