Esta reflexión es achacable a Paulina, una pobladora del vecindario dada a los excesos del pensar:
«A veces imagino que el mundo se detiene y yo continúo por la fuerza inercial de la existencia. Es como en ese efecto visual donde todo se detiene menos el observador que mira los objetos y personas de una escena. La exploración de la realidad entonces se recrea en los detalles menos llamativos pero quizás más trascendentales. Desprovistos de movilidad, inertes, las cosas y los personajes adquieren una presencia inusitada que provoca un pensamiento de incómoda ausencia».
5 apostillas:
Curiosamente a mi me ocurre lo contrario, pienso que yo me paro mientras todo sigue rodando. Fuera del tiempo, fuera del espacio. Es como sentarse en la barandilla del camino viendo cómo pasa lo que transcurre. Curiosamente ambas llegamos a la misma conclusión.
Me parece el argumento de un cuento de horror. Yo, de niño, imaginaba que una noche me despertaba y no había luz. Todo el universo estaba a oscuras. Yo salía de casa tanteando la escalera, llegaba a la calle. Oscuridad total. La gente estaba detenida e inmóvil. Todo estaba como siempre pero paralizado y en total oscuridad. Yo deambulaba chocando aquí y allá, con cuerpos inertes y paredes. Me despertaba con sudor frío. Hace mucho tiempo que no tengo este sueño, por suerte.
El mundo, si está inmovil deja de ser mundo para convertirse en imagen del mismo, como fotografías que plasman instantes vividos. No, no es bueno detenerse a observar con tanto esmero porque aunque el mundo pare, el tiempo sigue transcurriendo y el tiempo es lo más preciado que hay.
¿Alguna vez te has imaginado cómo es "la nada"?
Eso sí es escalofriante, al menos para mí.
Saludos.
Y es que somos la medida de las cosas. Y vemos a través de nuestra propia medida...
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