Contra las distopías

14.3.20



Estamos en cuarentena mental. Podríamos pensar en hacer un mundo nuevo mejorado mientras asistimos a un hecho espectacular por las dimensiones desproporcionadas de su escenario. Vamos hacia un mundo que se desmorona.



Zigzagueos

13.3.20



Trato, a diario, de entender el vaivén humano. Sus filias y sus fobias, sus fortalezas y sus debilidades. La fragilidad con la que afronta su enconado existir.



Logros

12.3.20



¿Cada persona llega a alcanzar la verdad que tiene la facultad de padecer?




Habituales costumbres

11.3.20




Escribir es una costumbre después de tantos años, lo es. O como lo entendía Aristóteles: «Somos lo que hacemos repetitivamente. La excelencia entonces, no es un suceso sino un hábito». Y por tanto en la repetición, según Will Durant, encontramos no un acto, sino un hábito. Por eso «Respirar es un hábito. La vida es un hábito o, mejor dicho, una sucesión de hábitos, ya que un individuo es una sucesión de individuos», si hacemos caso a Samuel Beckett, y pensamos en todos los yos que somos y que hemos sido en la prestación de existir.




Militancias

10.3.20



He decidido querer a las personas que quiero como son. No hay mejor forma de amor comprometido.



Pertrechados

9.3.20



Según Günter Grass, «cuando algo es moralmente correcto hay que defenderlo sin preocuparse de las consecuencias políticas o personales que vamos a pagar». No en todo momento, no en todo lugar, no todas las personas. El ejemplo recae siempre sobre uno mismo.



Tríos

8.3.20


Sentados en la mesa de un café los tres tramaron escribir una farsa literaria. El primero de ellos narró hacia atrás su encuentro en una trigonometría temporal. El siguiente relató un melodrama sobre la infancia espuria de aquella trinidad. El último compuso unos versos bastardos acentuados en la tercera sílaba. Los tres fueron fusilados al amanecer por sus plagiadores.

Este relato forma parte de una experiencia de 'escritura colaborativa', con los poetas y escritores Francisco C. Ayudarte y Nicolás Rodríguez Martín, que desarrollan esta ficción literaria de la siguiente manera:


EN UNA CAFETERÍA, una mesa redonda de cristal, tres poetas apócrifos sentados y cuatro sillas).
ACTO I
PRIMER POETA: Señores poetas, nos hemos reunido aquí para contar o inventar nuestros recuerdos.
SEGUNDO POETA: Bien. Cada uno de mis recuerdos dibuja y colorea un retrato fidedigno que mezcla lo real con lo soñado.
TERCER POETA: Los míos no. Cuando recuerdo, el recuerdo cambia: se alarga se acorta o se deforma como una figura reflejada en la sala de los espejos de una feria.

Francisco C. Ayudarte 


RECUERDO final, maravilla
trizado el espejo,
cambios de voz reflejados
silencio de versos:
cerveza, té verde, manchado
café contra el sueño;
también girasol de abandono
y aquí no te espero.
Ya es tarde, mañana nunca es
del verso en silencio.

Nicolás Rodríguez Martín

Recapitulaciones

7.3.20



No es la muerte, es la vida la que te da un zarpazo y te hiere. Es la vida tan sentida la que te cierra la puerta. Morir es un epílogo, una isquemia existencial.



Ruidos

6.3.20



En la cámara ecoica del ego solo reverbera el yo.



Identificaciones

5.3.20



Lo que más me gusta es ser yo, pero no sé ser sin otros.



Salmodias

4.3.20



Recordamos a los muertos cuando se mueren, nunca cuando están viviendo.



Taller

3.3.20



Llevaba tiempo observando, al pasar por el estudio de pintura cuyas cristaleras ofrecían una completa visión de lo que ocurría en su interior, a una señora que pintaba un paisaje. Siempre era una imagen similar a la anterior porque tras acabar el cuadro, la pintora lo borraba para comenzar otro boceto. 

Intrigado, mi curiosidad me llevó a preguntar por tan insólita actuación. La mujer con complacencia me descubrió: «Lo hago para satisfacerme a mí misma sin otra trascendencia más allá del placer de crear arte». 

Me quedé pensativo sobre lo que me expuso y deduje que la creatividad se encierra en un primer y único ciclo donde vive el artista que muere con cada obra ejecutada, dueño de borrar su producto. 

Escribiré entonces para mí, aunque no lo desescriba luego.



Rutilantes

2.3.20



Alumbrarse con un pequeño fanal que, sin encandilar a nadie, ilumine solo cada paso andado en el camino hosco de la existencia.



Consulta 313

1.3.20

Una pantalla colgada en la pared pixeló su nombre a la par que una voz robotizada lo pronunciaba en dos ocasiones. Un segundo antes de levantarse se sintió avergonzado por haber sido anunciado ante la audiencia de la sala que, ahora sí, lo identificaba por sus apellidos y lo sacaba del anonimato que estaba disfrutando camuflado entre los que esperaban. 
Fueron instantes de una ligera incertidumbre hasta que logró desaparecer de la vista del público y entrar en el consultorio médico. Allí dentro el mundo se hizo inmenso en tanto una mujer le pedía que ocupara la silla junto a la mesa. 
Después de preguntar qué le ocurría narró, profusamente, la sintomatología de su padecimiento. La doctora procedió a realizar una exploración de su cuerpo para lo que hubo de tumbarse en una camilla. Y mientras notaba que lo palpaba con sus manos destempladas miró al techo y se apreció vulnerable a la vez que protegido. Imaginó morir y ser eterno, pensó en la nada y en todo lo que era. 
Tras la auscultación, la médica le diagnosticó que sufría de duplicidad neuronal completa, bilateral disconforme con su esencia de ente. Es grave, preguntó confundido. Nada hay de peligroso en pensar las cosas doblemente, le explicó la facultativa.


Eludidos

29.2.20



Acomplejado ante la eternidad, el ser humano es cada vez más complejo y frágil.



Musitar

28.2.20



Voy, en silencio, masticando palabras que otras personas antes escribieron.



Velados

27.2.20



El conocimiento nos descubre ignorantes a cada paso.




Finezas

26.2.20



Las personas amables se disculpan incluso por las equivocaciones ajenas.



Mandas

25.2.20



Cada lunes acompañaba a mi abuela hasta la ermita de san Nicolás. Una retahíla de mujeres recorría la alegre vereda que las llevaba desde el pueblo hasta el altozano donde estaba situada, flanqueada por almendros, chumberas, pitas y cañaverales. En la hondonada por donde discurría un hilo de agua, los pajarillos bajaban a llenar sus picos y el eco de sus trinos resonaba en los taludes de la rambla. 

Mi abuela, como el resto de todas ellas, cumplía con el ritual de una promesa que, en muchos casos, diluida por la desmemoria, se había transformado en una costumbre más de sus cotidianeidades. 

En el paseo nos solíamos cruzar con quienes ya volvían y mi abuela intercambiaba saludos o bien se ponía a charlar con alguna de ellas, muchas vestida de medio luto o enlutadas de los pies a la cabeza. 

Me fijaba en sus rostros, en sus expresiones y escuchaba sus palabras apenas sin entender casi nada. Aunque lo que sí percibí fue que a tres o cuatro de ellas parecían haberles extirpado el alma, ya que, aunque reían y narraban cosas habituales como el resto, en su interior había un pozo de negrura imposible de blanquear. Con el tiempo supe que todas esas mujeres habían perdido un hijo y que seguían vivas contra su voluntad.



Custodios

24.2.20



Nos han convencido para que seamos vigilantes de nuestra conducta y evitar disidencias y rebeldías, hasta tal punto que pesa un sentimiento de culpabilidad en cada acto de deserción a lo impuesto y normalizado.