Kenneth Gergen afirma que «cada uno es una metáfora para los individuos con los que entablamos contacto. Ellos nos suministran imágenes de lo que implica ser una persona auténtica, y al incorporar sus modalidades de ser nos convertimos en sus sucedáneos, en metáforas de su realidad».
El juego de imágenes en nuestros días se ha hecho tan complejo que somos un reverberación de un yo abrumado.