Mariposas

6.11.05



En un rincón de la casa, aislado de las miradas, hay un tazón lleno de aceite usado. Navegan sobre ese negro mar, como oscuros veleros, algunas lamparillas prendidas. Una por cada familiar difunto: una por cada ser ausente. Cada año se renueva la liturgia de las candelillas. Los que ya no están, llamados por las pequeñas lenguas de luz, se citan a beber de las llamas de las mariposas reunidos en derredor. Los imagino de vuelta a la casa que ocuparon y en la que sintieron penas y alegrías, dudas y certezas. Los oigo charlar de asuntos diarios y del tiempo agotado. Un día seremos como una de esas pequeñas lenguas de fuego. Después nada.



1 apostillas:

Sarashina dijo...

Muy hermosa la explicación sobre esas candelillas de las ánimas. Por desdramatizar, te diré que ayer tarde, en el panteón de la familia de mi madre, juré en arameo al encender unas cuantas. Mi madre se empeñó en ponerles a sus difuntos dos tazones con mariposillas, uno por cada muerto, y mira tú que no llevábamos cerillas, asi que fue con mechero, quemándome los dedos. Y el plástico del mechero se recalentó y no encendió más, así que dos muertos se quedaron sin mariposilla. Menuda pelea familiar se tuvo que liar cuando cerramos el panteón. Saludos