Día 25
Los niños de Wu Shuji juegan en la orilla del mar. El chapoteo de sus risas contagia el color de la mañana. Abro el libro de la observación, miro hacia adentro y hacia afuera y hago mi lectura de agua sobre el corazón humano en código abierto. No hay otros asuntos que dilucidar en el día.
La luz es apolínea, el calor asimétrico, los pasos en la arena son huellas líquidas.
Sentirse vivo en la nomenclatura del verano parece un bálsamo recetado para curar las rutinas que acechan ya cercanas.
Vacaciones en el mar de China
25.8.19
Etiquetas: Wu Shuji
Vacaciones en el mar de China
22.8.19
Día 22
Como no hay días iguales, tampoco hay sueños iguales. Una columna azul se levanta en la cresta de la amanecida cuando canta el gallo de la aurora.
Madrugo para verme soñar en los sueños de los míos. Me acerco a su respiración y escucho una cascada onírica que cae dentro de ellos.
Salgo a caminar y me calzo los pies de caminante anónimo, mientras me cruzo en el paseo marítimo con los entusiastas levantadores de la mañana.
De repente un rostro conocido, Wu Shuji, una mujer que renegó a que los prejuicios cerraran su mente y que, desde la valentía, levantó en soledad a su familia.
Wu me refiere la historia de Wen Wan cuyo marido se suicidó igual que el de ella: «dice que ha vuelto a sonreír; yo no podría, no entendería jamás el tiempo caminando al revés. Sonreír implica desatender la conciencia de aquello que es inevitable, lo que nos postra igual que un atardecer».
No sueño. No soñar no es estar despierto. Es caminar descalzo entre la arena y las olas.