Viejos enseres/nuevas reliquias
27.2.19
Echo de menos estar sentado en la mesa camilla hablándonos de cara en cercanía, próxima la palabra y la vitalidad que contenía en aquellas largas charlas que parecían no acabar. El maldito artilugio nos situó mirando al frente y dejamos de vernos las caras. Ahí perdimos la primera batalla con la tecnología que nos hizo mirar hacia un horizonte poco familiar y nos transformó en espectadores de existencias ajenas a nuestras vidas. La cosa empeoró cuando decidimos que, además, deberíamos ausentaremos y no asistir a la entretenida velada en común, y cada uno huyó a un rincón de la casa.
Finalmente, la cosa ha ido a peor porque, aunque estemos juntos y unos frente a otros, ni nos hablamos ni nos miramos a las caras. No sé cómo terminará esto, pero he vuelto a poner el vestido a la mesa camilla por si necesitamos retornar viejas costumbres. Un poco como pasa aquí (en este blog) todos los días, que venimos a decirnos las cosas a la cara.
Etiquetas: historias, personajes
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4 apostillas:
Ese vestido se llama saya.
¡Me chifla el concepto: blog/mesa de camilla! Con su braserito... Y a despellejar vidas, o la vida... y, por qué no, a requerir el cigarro (perdón, el vapeador...), ponerse solemne y aventurarse por un campo de minas metafísico...
Yo identifico el blog más como una bidón con fuego bajo un puente, donde los vagabundos se reúnen, al calor o con la excusa del fuego, sólo cuando quieren. Me ha encantado cómo tratas el tema de las pantallas en las casas. La frialdad y lejanía de las mismas no puede compararse con la calidez de la sonrisa real y la mirada atenta
Un abrazo, virtual
Ayer en una conversación interoceánica por Skype el contertulio al que acababa de conocer pero con el que se estableció un intercxambio muy profundo de ideas, me vino a reconocer su fobia social que le llevaba a detestar estar con más de una persona o dos a la vez, y que no soportaba las conversaciones vanas e intrascendentes. Pienso en si la intensidad de la conversción con esta persona se debió precisamente a que no nos conocíamos de nada. A veces en los trenes de largo recorrido por la noche -antes del maldito AVE- había intercambios de vidas miuy profundos. La gente expresaba con desconocidos lo que no se hubiera atrevido a decir con los conocidos. La mili tenía esto: encuentros con gentes a las que no volverías a ver. Las relaciiones con personas conocidas nos condicionan profundamente. Nos encasillamos fácilmente. Hay personas que son socialmente hábiles y otras que no lo son tanto. ¿Yo a qué grupo perteneceré? De todas maneras me gusta venir y soltar unas ideas y leer las que otros han plasmado... Tiene algo de esa humanidad que se cuestiona. Pero no sé si sería yo muy sociable en un contexto abierto. Como a mi contertulio, me gustan las conversaciones de uno contra uno. Son las las más comprometidas.
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