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Ruborescencias
27.10.25
Existen gestos mínimos que revelan más de lo que aparentan. Que alguien se ruborice delante de ti por algo que has dicho o hecho es un instante de verdad, un temblor humano que no se puede fingir. En ese leve enrojecimiento del rostro, llamarada contenida, asoma la parte más sensible y encantadora de las personas. El rubor es una confesión sin palabras, un modo de decir ‘esto me toca’ sin necesidad de explicaciones. Su aparición rompe la superficie del control, deja salir al alma por la piel. Por eso es tan valioso, porque en tiempos de máscaras y poses, ruborizarse es un acto de transparencia, es pintarse con el color de la atmósfera del corazón. Y en esa breve tonalidad rosada, la vida se declara viva, vulnerable, verdadera.
Etiquetas: análisis, comentario, reflexión, rubor
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