Competición

7.9.25


Las madres se miraron compulsivas y apretaron sus manos contra la barra de empujar el carrito de sus bebés y, como aurigas furiosas, se lanzaron a la carrera. Las ruedas golpeaban los adoquines, chirriaban en las esquinas y se deslizaban temerarias por los pasos de cebra. Los transeúntes se apartaban incrédulos, los semáforos parpadeaban como jueces implacables y los coches tocaban el claxon como trompetas de estadio. La meta, nadie lo sabía. Quizá era simplemente llegar antes a ninguna parte.



0 apostillas: