Remití una carta cuyo destinatario era yo mismo. Cuando recibí la misiva me sacudió la impresión de que me escribía un extraño. Y la devolví sin leerla.
Epistolaria
10.10.10
Remití una carta cuyo destinatario era yo mismo. Cuando recibí la misiva me sacudió la impresión de que me escribía un extraño. Y la devolví sin leerla.
Etiquetas: cuentos diminutos
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5 apostillas:
¿Acaso llegamos a conocernos por completo? No hay mayor extraño que el que llevamos dentro, por eso tal vez no nos atrevemos a "leernos".
Mal hecho, mal hecho... ¡Ya me gustaría a mí recibir una carta así! Y saber que, a pesar de remitirla, no la habría escrito yo, o, ajustándonos al caso, que se la escribo yo al yo que quizás no conozco y de quien ni sé cómo va a recibirla, ¡y mucho menos qué va a contestarme!, si se digna hacerlo.
"Destinatario desconocido" decía a su vuelta la misiva.
Pués quizás la debieras haber leído, aunque sólo fuera para tener una sensación parecida a la del adolescente que se sienta sobre la mano, para masturbarse con "la mano muerta".
Si es que a veces ni nos miramos en el espejo para no asustarnos...
Besoss
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