Anegados

8.10.10



El maestro oriental explicaba a sus discípulos, en la silente mañana, que el ser humano es como un vaso cargado de diferentes fluidos hasta que se ve colmado, se desborda e inunda el entorno y a sus contiguos semejantes con esa esencia: alegría o tristeza, tensión o calma, ira o serenidad, miedo o seguridad, asco o agrado. Ese líquido contagiará las relaciones que se producen en cada momento y determinarán el clima. Después calló.


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