—Venía a que me comprara una frase.
—No compro palabras, solo objetos de valor.
—Mire a ver qué le parece esta: «El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría.»
—No sabría cómo tasar una expresión así.
—Oiga esta otra: «Sin contrarios no hay progreso.»
—Aunque le comprara una de sus oraciones ¿quién iba a querer adquirirla?
—Hay citas ilustrativas que pueden ayudar en la vida. Por ejemplo: «Aquél que ha permitido que abuses de él, te conoce.»
—No creo que nadie pagara por un enunciado así.
—Tal vez esta otra: «El reloj cuenta las horas de la necesidad, pero ningún reloj puede contar las horas de la sabiduría.»
—No me convence.
—Tengo más: «Un necio no ve el mismo árbol que un sabio.»
—Sin ofender, por favor.
―Lo siento, no era mi intención: «Es más fácil perdonar a un enemigo que a un amigo.»
―No estoy de acuerdo.
―«Aquel que desea pero no obra, engendra la peste.»
―Por esa no le doy ni cinco euros. Supérese.
―«Crear una sola flor es trabajo de siglos.»
―Algo ha mejorado.
―«El acto más sublime consiste en colocar otro delante de ti.»
―Otra.
―«La Eternidad está enamorada de las obras del tiempo.»
―Bien.
―«Un pensamiento llena la inmensidad.»
―Cómo ha dicho que se llama.
—No lo he dicho. Soy William Blake, poeta. Y les regalo mis palabras: «La prudencia es una vieja solterona rica y fea cortejada por la incapacidad.»
15-M:«
Basta de tanta competitividad, debemos unirnos, otro mundo es posible »
«Somos más de los que dicen que somos», Eduardo Galeano, escritor.