—Señora Wollstonecraft, ¿en que se basa la desigualdad de género?
—Las desigualdades entre los hombres y las mujeres son tan arbitrarias como las referidas al rango, la clase o los privilegios; todas aquellas que el racionalismo ilustrado había criticado e identificado.
—Ahora es el momento de cambiar eso.
—Es tiempo de efectuar una revolución en los modales de las mujeres, tiempo de devolverles su dignidad perdida y hacer que, como parte de la especie humana, trabajen para reformar el mundo, mediante su propio cambio.
—¿Dónde empieza ese proceso?
—Como desde la infancia se les enseña que la belleza es el cetro de la mujer, la mente se adapta al cuerpo y, vagando por su jaula dorada, solo busca adorar su prisión.
—¿Qué hacer?
—Las mujeres solo deben doblegarse a la autoridad de la razón, en lugar de ser las modestas esclavas de la opinión.
—¿Su crítica?
—Que mi propio sexo me disculpe si trato a las mujeres como criaturas racionales en vez de hacer gala de sus gracias fascinantes y considerarlas como si se encontraran en un estado de infancia perpetua, incapaces de valerse por sí solas.
—¿Y su actitud?
—Yo sinceramente deseo señalar en qué consiste la verdadera dignidad y la felicidad humana. Deseo persuadir a las mujeres para que se esfuercen en adquirir fortaleza, tanto en su mente como en su cuerpo, y convencerlas de que las frases suaves, la susceptibilidad del corazón, la delicadeza de sentimiento y el refinamiento del gusto son casi sinónimos con epítetos de debilidad, y que esos comportamientos son sólo objeto de lástima.
—Entiendo…
—Hagamos a las mujeres criaturas racionales y ciudadanas libres, y rápidamente se volverán buenas esposas y madres, esto es, si los hombres no descuidan los deberes de maridos y padres.
—¿Y la herramienta para ello?
—El uso adecuado de la razón es lo único que nos hace independientes de todo, excepto de la misma razón despejada, a cuyo servicio está la libertad perfecta.
—¿Y el amor?
—El amor, por su propia naturaleza, debe ser transitorio. Buscar un secreto que lo haga constante sería una tarea tan extravagante como la búsqueda de la piedra filosofal o la gran panacea; y su descubrimiento sería igualmente inútil, o más bien pernicioso, para la humanidad.
—¿Entonces?
—El galardón más sagrado de la sociedad es la amistad.