Paseo con un mago de las letras

27.1.16



—¿Señor Rulfo, fue usted un escritor ilusionado?
—¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido.
—Lo que sí fue, no lo puede negar, es un ilusionista.
—Todo escritor que crea es un mentiroso; la literatura es mentira, pero de esa mentira sale una recreación de la realidad; recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creación.
— ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
—Como todos ustedes saben, no hay ningún escritor que escriba todo lo que piensa, es muy difícil trasladar el pensamiento a la escritura, creo que nadie lo hace, nadie lo ha hecho, sino que, simplemente, hay muchísimas cosas que al ser desarrolladas se pierden.
—¿Y su método de trabajo?
—Se trabaja con imaginación, intuición y una verdad aparente; cuando esto se consigue, entonces se logra la historia que uno quiere dar a conocer. Creo que eso es, en principio, la base de todo cuento, de toda historia que se quiere contar.
—¿Y la imaginación?
—La imaginación es infinita, no tiene límites, y hay que romper donde se cierra el círculo; hay una puerta, puede haber una puerta de escape, y por esa puerta hay que desembocar, hay que irse.
—También está la intuición.
— Concretando: se trabaja con imaginación, intuición y una verdad aparente; cuando esto se consigue, entonces se logra la historia que uno quiere dar a conocer.
—¿Novela o cuento?
—La novela, dicen, es un género que abarca todo, es un saco donde cabe todo, caben cuentos, teatro o acción, ensayos filosóficos o no filosóficos, una serie de temas con los cuales se va a llenar aquel saco; en cambio, en el cuento tiene uno que reducirse, sintetizarse y, en unas cuantas palabras, decir o contar una historia que otros cuentan en doscientas páginas.
—¿Es usted un escritor social?
—Los problemas sociales se pueden plantear de una manera artística. Es difícil evadir de una obra el problema social, porque surgen estados conflictivos, que obligan al escritor a desarrollarlo.
—La muerte de lo escrito es el olvido.
—Conforme se publica un cuento o un libro, ese libro está muerto; el autor no vuelve a pensar en él. Antes, en cambio, si no está completamente terminado, aquello le da vueltas en la cabeza constantemente: el tema sigue rondando hasta que uno se da cuenta, por experiencia propia, de que no está concluido, de que algo se ha quedado dentro; entonces hay que volver a iniciar la historia, hay que ver dónde está la falla, hay que ver cuál es el personaje que no se movió por sí mismo.




Coherencia

26.1.16



De mis contradicciones vengo y a mis contradicciones voy —remedando a Lope de Vega— porque ellas me han hecho ser lo que soy.




Eruditos

25.1.16



Afirmaba Umberto Eco que «los intelectuales no resuelven las crisis, más bien las crean». No es su función, entiendo. Su ocupación la veo más como instructores del pensamiento, animadores de la dignidad, entrenadores de la reflexión.



Superación

24.1.16



Decidió no dejarse dominar por los complejos. Ni por los simples.



Defección

23.1.16



El pensador Timolao Ciziceno señaló: «solo quien se traiciona conoce su verdad». La deslealtad con uno mismo es una apostasía contra el yo.


La densidad de las palabras

22.1.16



Igual que un corcho flota en el agua son las palabras. Solo las hunden en nuestro interior el peso de aquello que nombran.


Exhortación

21.1.16



¿Pedimos consejo para que nos den aprobaciones?



Paseo por el jardín de las quimeras

20.1.16



—En todas las épocas hay personas que no piensan como los demás. Es decir, que no piensan como los que no piensan.
—Pensamiento distraído, diría yo.
—Exageráis la hipocresía de los hombres. La mayoría piensa demasiado poco para permitirse el lujo de poder pensar doble.
—Son hijos de los tiempos, señora Yourcenar.
—Escucha con la cabeza, pero deja hablar al corazón.
—No siempre es así.
—Era demasiado joven para sospechar que la existencia no está hecha de súbitos impulsos y de obstinada constancia, sino de compromisos y de olvidos.
—Hablamos de sentimientos que adeudamos a la obligación y la memoria.
—Existe entre nosotros algo mejor que un amor: una complicidad.
—Estamos confabulados con la existencia.
—No vemos dos veces el mismo cerezo ni la misma luna sobre la que se recorta un pino. Todo momento es el último porque es único. Para el viajero, esa percepción se agudiza debido a la ausencia de rutinas engañosamente tranquilizadoras, propias del sedentario, que nos hacen creer que la existencia va a seguir siendo como es por algún tiempo.
—Pero somos seres instruidos, automatizados en nuestro comportamiento.
—Hay que desconfiar de las fórmulas, hay que observar más que juzgar.
—Tendemos a la adjetivación del opuesto.
—La moral es una convención privada; la decencia, una cuestión pública.
—Y luego está todo lo contradictorio que se nos viene encima.
—Cuando un objeto me repugna lo convierto en tema de estudio, forzándome a extraer de él un motivo de alegría.
—Muchas personas se encasillan solas por su incultura.
—Un ser humano que lee, que piensa o que calcula pertenece a la especie y no al sexo; en sus mejores momentos llega a escapar a lo humano.




Acento interior

19.1.16



Cuesta pensar pero sobre todo cuesta pensarse y asumir la voz propia para sacarla al exterior.


Tiempo vívido

18.1.16



Mário de Sá-Carneiro en ‘La gran sombra’, exhala: «los días siguen, y vivo en la extraña sensación de que son ellos quienes me viven, y yo soy el tiempo que ellos recorren». El tiempo, ese espejo que no refleja nada, nos vegeta por dentro y nos oxida por fuera.



Palos de ciego

17.1.16



No estaba ni vivo ni muerto así que fue difícil saber qué sentía.


Extraviados

16.1.16



Teodoro el Ateo, quien instituyó su propia rama dentro de la Escuela Hedonista, afirmó: «sin dioses estábamos perdidos pero con ellos estamos condenados a perpetuarnos en el error». La Teología es una ciencia improductiva que no puede evolucionar más allá del objeto que estudia y vive en un espejismo permanente.



Lecturas decorosas

15.1.16



En ‘El arte de la novela’, Milan Kundera señala que «la novela que no descubre una parte hasta entonces desconocida de la existencia es inmoral. El conocimiento es la única moral de la novela». Y su moraleja es leerla.




Líneas rojas

14.1.16



¿Dónde está la frontera entre la autoestima y el egoísmo?


Un paseo por el Sena

13.1.16



—El peligro de los representantes del pueblo es que con harta frecuencia se limiten a representarlo en sus defectos...
—Debe ser que procuran su felicidad más que la del resto, señor Guinon.
—Cuando desinteresadamente quieras procurar la felicidad de los demás, trata primero de convencerlos de que obras por propio interés; sin esta condición, desconfiarán de ti.
—Y quienes más nos quieren menos nos comprenden.
—Casi siempre son nuestros padres y nuestros amigos quienes más nos quieren y menos nos comprenden.
—También con ellos vale la condescendencia.
—Hay que ser indulgentes con aquellos a quienes amamos. Lo malo es que, a fuerza de indulgencia, acaba por perderse el amor.



Armónico

12.1.16



La eternidad es este instante.



Normas

11.1.16



Nikolái Vasílievich Gógol afirma en ‘Las almas muertas’ que «el ejemplo tiene más fuerza que las reglas». Lo primero es testamentario, lo segundo imperioso.



Curación

10.1.16



El doctor le dijo que volviera dentro de un par de años.
—¿Y podré sanar de esta enfermedad, doctor? —preguntó.
—No se preocupe, el tiempo todo lo cura.



Impavidez

9.1.16




El cínico hedonista y escéptico, Bión de Borístenes, observó que «no merece el nombre de filósofo sino el que recibe las injurias con tanta serenidad como los cumplimientos». Aplicado este pensamiento a la política, pocos se podrían llamar como tal.




Excelencias

8.1.16



Decía Jules Renard: «oficio curioso el de la literatura: mientras menos se hace, mejor hay que hacerlo». Buscar la perfección tiene ese riesgo y solo los genios son capaces de alcanzar.