Igual que la materia tiene su parangón en la antimateria, así los humanos debemos tener un antiyó en algún lado.
El mío debe estar dedicado a levantar los altos edificios que no planifiqué, al viaje espacial del cual no despegué o a la escritura de las novelas sin publicar. Tal vez sólo sea un niño que juega con su pelota.