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Vacunación

23.4.20



Mi infancia está poblada de charcos y botas de agua y chaparrones que oscurecían la ciudad y las ganas de salir a la calle. Mi niñez son historias de cuando llegaban las riadas y arrastraban el fango impertinente de vida y lo vomitaban al mar. Cuando era un bebé mis padres me olvidaron en la cuna una noche de truenos y relámpagos porque el edificio se venía abajo, y en plena oscuridad les iluminó mi llanto de niño abandonado y volvieron preocupados a rescatarme en pañales. 

Mis juegos de lluvia fueron lanzar un hierro contra la tierra embarrada para después saltar a la pata coja donde el clavo se había incrustado; o tratar de detener las pequeñas torrenteras con improvisadas presas de piedras y barro; o jugar a la pelota bajo un manto de agua. 

Mi confinamiento de lluvia ocurrió durante cuarenta días que no paró de llover y el sol desapareció, cuando los niños jugábamos en la calle porque la televisión era poca o no había. Una cuarentena de aguas que ocurrió cuando los adultos nos decían que criaríamos ranas en los bolsillos y la realidad era húmeda y gris y poco alegre. Es por ello que a esta clausura nada le temo. Nos vacunaron en aquel tiempo.



Reposados

1.8.18



Igual que el agua turbia, las preocupaciones hay que dejarlas reposar para que se aclaren.



Agua bendita

17.2.07


La tuve de vecina hace muchos años. La mujer pasaba por un mal momento porque el marido la había abandonado. Se quedó con los hijos en casa: dos niñas y dos niños. El más pequeño apenas contaba un par de años.

Comencé a descubrir hábitos inusuales en su conducta. Pequeña rarezas como planchar de madrugada con la radio a todo volumen o gritar a todas horas. A veces la escuchaba pronunciar una retahíla de imprecaciones contra su pequeño vástago.

Un día me crucé con ella en el portal de la casa. Llevaba una garrafa de mediano tamaño en una de sus manos.

La saludé y me contó que venía de la iglesia donde había ido para que le bendijeran el agua que contenía la botella que transportaba.

Ante mi cara de asombro, la mujer me explicó que echaba el agua consagrada en la lavadora cuando hacía la colaba con la ropa de su niño pequeño. «Creo que está endemoniado», me dijo.

Dibujo de agua

24.4.05


Lloverá.
Y la lluvia traerá
hilos de agua a la memoria.
Traerá días tan líquidos
como lágrimas en el mar
y un exceso de humedad en los labios
que luego formularán besos mojados.

Cronógrafo

5.4.05




Para saber la edad de La Tierra sólo hay que mirar las arrugas del agua.