Infelices

14.5.11




Un proverbio persa advierte: «'yo soy feliz ', dijo. Naturalmente, se trataba de un necio.» Unir felicidad con simpleza es una apreciación que viene de lejos. No se reconcilia el saber con la indolencia tan fácilmente.



5 apostillas:

Anónimo dijo...

Estoy contigo.
Si tu lo dices...

Muchas gracias por la sonrisa (a carcajadas) que has conseguido arrancarme.

En serio.
Porque ya sabes cuando hablo en serio, ¿no?.

Buenas noches, persa.

H.




PD : ¡¡COPIÓN!!. Tú ya m'entiendes.

Juan Poz dijo...

No se une la felicidad con la sinpleza, sino el decirla, porque quien se atreve a verbalizar un atributo así ignora la torpe y limitada naturaleza simbólica del instrumento que usa para enunciarlo. La felicidad es inefable, en conclusión. Y ningún tonto mas escarnecido y vilipendiado que quien dice que lo es, feliz.

Anónimo dijo...

Buah!!, D. Juan : precioso tu comentario.
Y es tan, pero que tan, claro y trasparente...
Que ni me lo puedo creer.

¿Podrías decirme en qué diccionario encuentras esas sublimes palabras?, ¿y cómo consigues hacerlas encajar en todas y cada una de tus reflexiones?.
Es que no sabes la envidia que me das.

En serio. Lo juro. Créeme, joer!!.
Que no voy de coña, lexes.

javi dijo...

Asocio el carácter de infeliz a aquellos que efectivamente muestran felicidad en la simpleza, pero una felicidad extremadamente frágil, insegura, superficial, incluso que oculta un fondo de incomprensión o inadaptación de lo que le rodea a uno, cosa de la que se es sin embargo muy consciente... Lo característicamente infeliz es pues el disimulo torpe imitando la apariencia de la felicidad a fin de ocultar la desdicha, en la esperanza, absolutamente ilusoria, de que quizá imitando así las formas de la felicidad ésta termine por aparecerse.

También creo que el individuo que llama a otro infeliz o desgraciado en voz alta, para que lo oiga, es el arquetipo del miserable, cosa esta, la de la miserabilidad, si se puede forzar así a la lengua, que es asimismo una variante de la infelicidad, blindada con el cinismo de haberse adaptado a 'lo que hay' y armada con un pequeño poder que no permite hacer sangre a los que están por encima de uno -asumida cobardía- pero si permite inflingir heridas graves a los que están por debajo -nadie como el miserable sabe donde están los puntos débiles de los infelices, porque los reconoce en si mismo-. El miserable es pues probable que afirme de si mismo que es feliz, el infeliz puro se limitaría a esbozar una sonrisa temerosa y a asentir levísimamente con la cabeza mientras busca desesperado algún recuerdo luminoso al que agarrarse.

Bueno, creo yo...

Un saludo.

Anónimo dijo...

Y crees bien.