Hay quien entiende y sabe que la vida nos despelleja vivos, trocito a trocito. Lo sabe porque mira con intensa lucidez los hechos que nos condicionan. Sabe, igualmente, que toda subversión en el sistema que nos abraza no es más que una pose o un simulacro a los que asisten la puerilidad o el entusiasmo. Razona su desengaño y se arroga la decepción como radiografía de la realidad. Es entonces cuando pienso que, en el fondo, es el mayor utópico de todos y su crudeza una reivindicación sublime.
15-M:«nuestros sueños no caben en sus urnas»
«No paréis», el escritor Eduard Punset a los indignados.
4 apostillas:
Perdón por la presunción, pero me siento cazado con el arco de Heráclito, para quien Bios encarnaba justamente esa contradicción: la vida y la muerte (deparada por el arco). En efecto, desde la lucidez del desengaño, ¿qué obstáculo hay para nuestras quimeras? Al fondo, siempre, la sabidduria riental: un largo viaje siempre comienza con el pimer paso.
La utopía es una mandanga. La antiutopía es todavía peor. Lloro en círculos azules.
Aunque el entusiamos se pierde progresivamente, es una enfermedad propia de la edad, es conveniente tomar pildoras utópicas.
15-M, efectivamente nuestro sueños no caben en sus urnas, es una raja demasiado pequeña, para tanto que llevamos dentro.
No pares, sigue sigue...
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