Piras

28.12.09



Si hacemos caso a Octavio Paz «la poesía debe ser un poco seca para que arda bien, y de este modo iluminarnos y calentarnos». Ahora que es invierno hagamos una buena fogata de versos que caliente el sórdido tiempo de la frustración humana.

4 apostillas:

Joselu dijo...

Me parece una idea excelente. ¿Cuándo comenzamos?

Maria Coca dijo...

Pues si, no vendría mal una buena fogata.

Feliz Año de tu amiga lunática bajo un cielo que es un mar de lágrimas.

Juan Navarro dijo...

No sé si aquí nos haría falta la niña de los fósforos o una voluntad colectiva para que la justicia no sea una entelequia ni la poesía una consuelo, sino un arma transformadora (¿Celaya?).

Anónimo dijo...

Juan de Zabaleta





No sé qué me diga de la poesía. Llamarla locura parece engaño, porque no se puede obrar sin grande entendimiento. Llamarla cordura es error conocido, porque hace a los hombres inútiles y desatentos. Trabajar mucho en no hacer nada, es desatino patente. Este desatino hacen los poetas, ¿cómo tendré ánimo para llamarlos cuerdos? Que grandes versos no se pueden hacer sin entendimiento grande es verdad infalible, y tan infalible verdad que los malos no se pueden hacer sin tenerle bueno. La prueba es fácil. Oigan en prosa a los malos poetas y los oirán hablar con muy buena razón. Pues si para ser poeta sin nombre es menester entendimiento más que ordinario, ¿qué entendimiento será menester para ser buen poeta?

No fuera tan culpable la poesía si se hiciera como se lee. Léese por ociosidad y ella no se hace sin grande ocupación. Quien no quiere hacer nada, lee un soneto; quien se determina a molerse, le hace. Entre cuantas obras hay del entendimiento, ninguna se apodera con tanta crueldad del hombre. Tanto es lo que se trabaja en esto que revienta de fatiga la humana capacidad y se sale de sí misma. En nada se echa tanto de ver que el escribir versos es locura como en esto, pues los hacen los hombres estando fuera de sí.

Que es mayor el trabajo de la poesía es tan indubitable que, si a alguno de los hombres doctos en teología o en la jurisprudencia, que hacen versos con mucha destreza y mucha gracia (que hay entre ellos muchos que los hacen), le dijesen a un mismo tiempo que respondiese por escrito a una duda gravísima de su facultad y que escribiese unas décimas a unas manos blancas, trabajaría mucho menos en responder a la duda, siendo obra loable, que en escribir las décimas, siendo obra vacía. Dichosos ellos, pues no hacen las décimas, sabiendo hacerlas, y desdichados de los versos, pues sabiendo ellos hacerlos, no los hacen.

No sé cómo no hay quien se avergüence de escribir versos, viendo que, si lo que dicen en ellos lo dijera hablando en prosa, le tuvieran todos por loco. La naturaleza siempre está opuesta a lo malo, nunca lo aplaude; si el antojo lo sigue, es sabiendo que yerra. La naturaleza está opuesta a la poesía. Vese claramente en que, para preguntar un hombre a un poeta si escribe algo, sin poder más consigo, se lo pregunta sonriéndose, como burlándose de lo que pregunta.



De Errores celebrados, 1653