Refiere Galbraith en su obra La sociedad opulenta que «la riqueza constituye un implacable enemigo de la inteligencia. El hombre pobre siempre tiene una visión precisa de su problema y de su remedio: no tiene suficiente y necesita más. El rico puede suponer o imaginar una variedad mucho mayor de infortunios y, por lo tanto, se encontrará mucho menos seguro de su remedio. Al mismo tiempo, y hasta que no aprenda a vivir con su riqueza, evidenciará una perceptible tendencia a emplearla con fines equivocados o hacer el ridículo».
En cambio el corolario popular repite de aquellos que amasan fortunas que son unos tipos ‘listos’.