Mirada imperecedera

La contemplación de la belleza nos eterniza en el tiempo.

Emanación

Lanzas una idea como quien lanza al cielo un cohete en la noche. Todo se ilumina durante un instante y después otra vez la oscuridad.

Antimétodo

Todo desorden consume un caos.

Memoria reciente

Olvidamos lo reciente porque nos absorbe la rutina.

Anuencias

Eres escritor cuando pierdes el pudor de asesinar a alguien.

Cuento Invisible

Desatención

La desmesura desprecia a lo exquisito.

A la deriva

El ser humano actual es como un mensaje dentro de una botella que nadie lee.

Inexistir

Es tan humano sentir nostalgia por todo cuanto no existe.

Fatalismo

Cuando pensamos en lo peor es porque entendemos que puede suceder, no porque vaya a suceder. Y eso es lo que nos duele y nos hunde.

Determinismos

Todos nacemos poetas: unos se hacen y otros se deshacen.

Fiascos

Para nada me gustaría envejecer y morir enfadado con el mundo porque el mundo no se ajusta a como yo pienso.

Envío postal

Remití una carta cuyo destinatario era yo. Al recibirla sentí que me escribía un extraño. Y la devolví sin leerla.

Audífonos

El silencio del olvido es lo que más se escucha al recordar.

Reversos

Si de ilusión también se vive, ¿se muere de desilusión?

Ovejas muertas

«Sin tradición, el arte es un rebaño de ovejas sin pastor. Sin innovación, es un cadáver», afirmaba Winston Churchill. Tradición e innovación son caras de la misma monedad creativa.

Boutade

Estoy convencido de que para la mayoría de la gente la poesía es una frivolidad, algo que no tiene practicidad alguna. Y, en cambio, la poesía es la que nos hace entender el sentimiento del mundo.

Mandados

Manda a un niño a hacer algo y lo hará mal. Y a pesar de ello, mándalo otra vez o anularás su capacidad de aprender y madurar.

Recorridos

Al comienzo del viaje extrañamos el vagón donde vamos hasta que nos aclimatamos a su espacio. Lo que más nos cuesta es mudar de tren en cada estación. Después no faltan los que se apean en marcha o saltan de un tren a otro con toda facilidad.

El profesor

Entré en el aula y me sentí como el hombre invisible, no porque nadie me viera (que nadie me vio) sino porque mi materialidad era imperceptible a sus percepciones. Durante unos minutos los observé mientras ellos continuaron ignorándome imbuidos en su orgía de ruidos y de estupideces adolescentes. Pensé entonces que debería hacer algo por su más que probables, desgraciadas vidas. Para ello les sonsaqué cuál sería el programa que propondría llevar a cabo en el presente curso. «No hacer nada maestro», manifestaron a coro. «¿Nada?», les pregunté con retintín. Habían trazado su destino y yo le ayudaría a que llegaran a ser nada.