Mostrando entradas con la etiqueta personajes. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta personajes. Mostrar todas las entradas

Lectores dormidos

19.3.19



Alguien me planteó que a los niños no se les debe castigar con la lectura, porque es el camino más seguro para que la aborrezcan. También un amigo lector, devorador de libros, me confesó que sus hijos habían crecido rodeados de libros y jamás sintieron el más mínimo interés por ellos. 

Como dudo que exista un planteamiento sobre este tema que se pueda aplicar de manera genérica, entiendo que será una suerte o algo inexplicable que cada persona elija un camino diferente. Personalmente, a la hora de elegir prefiero que un niño aborrezca un libro por hacérselo leer antes que ni lo huela de cerca, por aquello de que del odio al amor hay un paso, y nunca se sabe. 

Pienso que dentro de todos los seres humanos hay un lector dormido, esperando despertar para que le cuenten historias, y sé que algunos de ellos nunca serán capaces ponerlos en vigilia lectora.



Desnudeces

18.3.19



Fui a visitar a un reconocido poeta. A la entrada de donde moraba pude leer esta salutación: «Por favor, ruego, encarecidamente, una crítica honesta y sincera de mi obra. Sed valientes». La admonición me hizo dudar si ponerla en práctica, después disimulé no haberla leído. Nadie se desnuda ante extraños y, en ocasiones, ni ante propios.



Malas noticias

16.3.19



Recuerdo siendo un chiquillo haber leído un crimen horrendo perpetrado sobre alguna criatura de mi edad, y si no mal recuerdo era el de una niña asesinada en Italia y cuyo cadáver apareció quemado por su asesino. Guardé el recorte del artículo durante un tiempo ante lo incomprensible del hecho y porque me producía perplejidad y asombro aquella maldad, y sentía tanta pena por la víctima cuya foto aparecía, con bello rostro, en una publicación llamada ‘El Caso’. 

Este semanario se especializó en noticias luctuosas y a veces macabras que alimentaron el morbo de muchos lectores. Podría parecer que, en una sociedad con bastante analfabetismo y falta de libertad de expresión, vender noticias de esta índole era lo propio de esa época. 

Sin embargo, a pesar de los años transcurridos, ciertos medios de comunicación siguen vendiendo, con pelos y señales, hasta el último detalle de lo espeluznante, lo aciago, lo maldito del ser humano y las barbaridades con que actúan determinados individuos. Nada ha cambiado entonces porque parece que las personas sienten más altura mortal cuando ven que hay congéneres que son peores que ellas. Y hasta se relamen de gusto recreándose en la desgracia ajena.



Curiosidades

14.3.19



En Ciencias Naturales nos hicieron mirar por el microscopio las células de la cebolla. A mis quince años me asombré tanto por el descubrimiento que, desde entonces, me quedó la inquietud por acercarme al conocimiento de las cosas. Y aún sigo mirando, como entonces, entre intrigado e ingenuo, aquello que me rodea para entender, si puedo, la dimensión del ser que albergo y su actuación en el mundo.



Juego vital

13.3.19



Todos los días hay reparto de cartas. Nunca sabes si vas a tener una buena mano. Ayer el crupier de la suerte me entregó cuatro naipes: la prisa, la torpeza, la alegría y el enfado. No eran malas cartas, aunque había que saberlas jugar. 

Con la primera corrí a hacer todo lo que pude, aunque el tiempo andaba siempre más rápido que yo. La segunda me hizo detenerme y la tercera la guardé para el final y fue la llave para cerrar el día. Con el último naipe hice un descarte y me vino el comodín de la calma, así que gané esa mano. 

No siempre es así porque el azar baraja de forma caprichosa y te llega una mala ronda. 

Entre las cartas del mazo más apreciadas están el amor, la riqueza, la salud y las que nada gustan, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. No falta en el reparto la fama, la belleza, la falsedad, la valentía, la honestidad, la responsabilidad, el esfuerzo, los sueños, la reflexión, la empatía, la sensibilidad, el odio, la justicia y su falta, el daño o la solidaridad. 

A mí me gusta jugar con la amabilidad, el respeto, la imaginación y la ternura. 

Es el juego de la vida y hay quien hace trampas, unas veces ilícitas, otras casi necesarias, quien guarda un as bajo la manga, quien va de farol y hasta quien lanza un órdago. Y no falta quien lo arriesga todo a una sola apuesta. 

A ver qué naipes me reparte hoy la baraja de vivir.



Precios

12.3.19



Acudo a desayunar a una cafetería cercana a mi centro de trabajo. Bulliciosa y llena de gente, lo que más me llama la atención es el nivel decibélico de su ambiente. No es que me moleste en exceso mientras busco en el café algún pensamiento con que construir el relato del día que, tantas veces, luego los acontecimientos cambian el guion. 
Un poco más apartado, otro negocio similar al que voy por azar, ofrece un ambiente distinto. Mientras mastico una tostada reflexiono sobre el eco de las pocas palabras que se escuchan en el local, casi desierto, donde se dan apenas unas conversaciones mudas. Al pagar, descubro que el desayuno me cuesta diez céntimos más que en el primer local. 
Es, entonces, cuando se ilumina mi mente: qué placer pagar tan poco por el silencio y la calma.



Desconexiones

7.3.19



Siendo estudiante universitario y mientras esperaba turno en cola para conseguir un billete de autobús de vuelta a casa, un joven se me acercó y comenzó a hablarme como si me conociera de toda la vida. Aún me parece ver su rostro y recuerdo su conversación intrascendente después de tantos años. Durante los minutos que duró su disertación, no podía prestar atención a lo que decía y solo trataba de saber quién era o dónde lo había conocido. Mi mente se desesperaba en desentrañar el misterio y empezaba a preocuparme si era solo un recuerdo borrado. Nunca más le vi y no pude saber quién era, aunque, cuando pienso en ello, me pregunto qué persona vería en mí.



Limonada

5.3.19



Mi padre me solía preparar limonada (también me cortaba y pelaba trozos de caña de azúcar, mucho después incluso de dejar de ser un niño) y pensaba que lo hacía porque le gustaba emplearse en esa tarea la cual le era placentera. 

A mí me gustaba que lo hiciera porque era algo que me encontraba hecho y siempre es grato que hagan cosas por ti, además de porque la limonada que preparaba mi padre sentía que era la mejor del mundo. 

Desentrañar el misterio de la limonada me ha llevado años y lo he descubierto ahora, cuando mi hijo supone que bebe la mejor limonada del mundo (que por supuesto no lo es) hecha por su padre y que a mí me gusta prepararla para él. 

La verdad no es esa, aunque los hijos nunca lo saben: los padres preparan limonada a sus hijos para entender qué son y para qué valen.



𝘛𝘳𝘢𝘯𝘴𝘭𝘪𝘵𝘦𝘳𝘢𝘳𝘪𝘢

1.3.19



Anoche, casi cayéndome de sueño en el teclado, mientras intentaba escribir este post diario, me visitó un personaje, salido de uno de mis escritos. Al principio pensé que, en mi somnolencia, me estaba visitando un fantasma, aunque pronto advertí que se trataba de alguien que me escribía a través de un chat de una red social. Me preguntó que si yo era yo y que si había escrito un artículo sobre él. Comenzó a desgranar datos para que lo pudiera reconocer y me reveló que ahora estaba en otro continente. También me confesó que le había gustado lo que escribí sobre él porque nadie había escrito nunca nada de su vida. Fue hace una década que escribí su entrada en el blog. Ahora era una aparición escapada de mis letras que me contaba su experiencia como personaje literario. En ese momento, un pequeño estremecimiento recorrió mi cuerpo.




Viejos enseres/nuevas reliquias

27.2.19



Echo de menos estar sentado en la mesa camilla hablándonos de cara en cercanía, próxima la palabra y la vitalidad que contenía en aquellas largas charlas que parecían no acabar. El maldito artilugio nos situó mirando al frente y dejamos de vernos las caras. Ahí perdimos la primera batalla con la tecnología que nos hizo mirar hacia un horizonte poco familiar y nos transformó en espectadores de existencias ajenas a nuestras vidas. La cosa empeoró cuando decidimos que, además, deberíamos ausentaremos y no asistir a la entretenida velada en común, y cada uno huyó a un rincón de la casa. 

Finalmente, la cosa ha ido a peor porque, aunque estemos juntos y unos frente a otros, ni nos hablamos ni nos miramos a las caras. No sé cómo terminará esto, pero he vuelto a poner el vestido a la mesa camilla por si necesitamos retornar viejas costumbres. Un poco como pasa aquí (en este blog) todos los días, que venimos a decirnos las cosas a la cara.



Periféricos

13.2.19



Hay centros de poder que controlan los altavoces del sistema. Todo lo que surja en sus límites marginales pasa por sus filtros y su mensaje queda capitidisminuido o ensordecido. Voy a poner tres ejemplos por su altura intelectual, honesta y creativa:

Francisco Ayudarte (Otra vez Prometeo)


Son referentes, luminarias en la larga noche de la ilusión del conocimiento y, sin embargo, sin ninguna catapulta mediática del sistema no pasarán de ser un pequeño punto en la galaxia digital que se puede encontrar por casualidad, siempre satisfactoria.



Reflexión especular

29.1.19



Hay miradas sinceras y miradas francas, personas que te miran a los ojos cuando te hablan. Hay otras que te ignoran y te invisibilizan, miradas que no te ven, aunque te pongas delante. En cambio, la de aquel hombre que escribía poesía no era ni una cosa ni la otra, me miraba de manera oblicua como quien mira, en un ángulo de noventa grados, a través de un espejo. Nunca supe por qué.



Modelo de negocio

23.1.19



Llego a recoger un producto a una nave industrial. Es un negocio antiguo que ahora es administrado por los cuatro hijos que lo heredaron de un padre ambicioso. Al entrar a la oficina para hacer el pedido me encuentro a los vástagos sentados en sus respectivas mesas, cada uno ocupando un espacio distinto y, supongo, realizando un cometido diferente. 

El primero, me saluda con un «buenos días» y le correspondo por igual. Me pregunta qué quiero y tras mi respuesta, mira al segundo hermano para que me atienda. Me dirijo a su mesa y me indica la cantidad que debo pagar. El tercer hermano me advierte con la mano que tengo que darle el dinero a él y cuando le pago, me da la vuelta. Entonces, el último de los hermanos, me indica que puedo pasar con mi vehículo dentro del recinto para recoger el producto adquirido. Así llevan tres décadas. 

Entro en un gran almacén y perdido al fondo del mismo, veo una figura humana que trajina con materiales de un lugar a otro. Me hace aspavientos para que me sitúe cerca de él y tras informarle sobre la compra, carga el artículo con esfuerzo en mi automóvil. Es el único empleado de la empresa y quien demuestra tener todo el mérito.



Convivencia

22.1.19



Me ha saludado esta mañana con los ojos vidriosos y la respiración agitada. Me ha narrado una historia que es muy antigua y suele ocurrir donde residen muchos me vecinos. Dice que vive angustiada desde hace meses y que apenas descansa. Cuando tiene que entrar o salir de casa trata de emplear el menor tiempo posible porque, me ha confesado, siente miedo. Aclara que en su bloque de pisos la persigue un fantasma… de carne y hueso.



Las tres ces

12.1.19



En uno de los múltiples destinos de mi periplo escolar fui a parar a un edificio grandilocuente y ruinoso, formado por dos plantas de alturas desproporcionadas y dos patios, un intricado laberinto de pasillos oscuros y un gran almacén que hacía las veces de salón de actos. Ingresé en tercer curso de primaria a los pocos días de haber comenzado el curso y aún recuerdo lo que primeramente me impresionó: no saber qué me daba más miedo si los maestros o mis nuevos compañeros. El temor se pasó y durante los cuatro años siguientes fui un alumno más o menos. 

La chiquillería, tan dada a contar historias, fabulaba que aquel edificio primero estuvo dedicado a ser un convento de monjas, luego pasó a ser una cárcel y, finalmente, antes de ser derribado, se usó como colegio. De alguna manera el inmueble cumplió con una peculiaridad común a todos sus moradores: la reclusión.



Estilos de vida

2.1.19



Un sol cálido de invierno, un césped brillante, la mañana tibia sobre el mar azul. Todo parecía dispuesto para que el jugador del golf golpeara la pelota disfrutando del momento. Después camina sin prisa hasta terminar su recorrido al final de la mañana. El monótono placer se repetirá al día siguiente como sucedió el día anterior. Es un sueño dorado dejar correr el tiempo mientras pasa la vida haciendo aquello que es gustoso, piensa un espectador que mira la escena. Festejar la holganza y la pereza. 

¿Y hacer eso no es como anticipar nuestro entierro? ¿Morirse por no hacer nada? La indolencia es la puerta hacia el hastío ontológico.



Atracción

29.12.18



¿Alguien ha visto alguna vez chocar dos naranjas en el punto más alto de su trayectoria cuando han sido lanzadas hacia el cielo en direcciones contrarias? Es un hecho insólito, peculiar y casi irrepetible que ocurrió cuando tenía trece años y marcó el inicio de una inusitada, especial y desmedida amistad. 

En realidad, lo que colisionó en aquel momento no fueron dos naranjas, fue el encuentro de dos ideas similares que iluminaron una amistad de dos adolescentes. Parecía un hecho fortuito en ese momento, un designio, una indicación del azar. En cambio, ahora entiendo que fue el inicio de un camino de quienes pensaban un mundo común y diferente al de otros jóvenes. 

Aquella señal era una puerta abierta a todo un mundo de curiosidades y conocimientos y de tomar la vida según nos apetecía bajo los límites de acecho familiar. Más que un choque fue una atracción que pareció infinita y duró, en la eternidad, el tiempo que permanecieron en el cénit aquellos dos cítricos.



Last Tango in Paris

28.11.18



El frío nocturno de la ciudad universitaria nos recibió al salir. Las calles no parecían las mismas que antes de entrar a la sala de aquel cine de arte y ensayo. La película nos había dejado helados por dentro y en el vaho de nuestras palabras se podía adivinar la sordidez del momento. La fama que precedía aquel filme nos arrastró hasta allí y después de más de dos horas nos escupió al mundo, para que pudiéramos conjeturar todo lo que unas mentes de dieciocho años no podían asimilar. 

Convulsos, caminamos por las calles vacías, hijos de la última sesión de una película crepuscular que nos confundió con aquella historia, de amor y violencia, de personajes desolados, y que nos dejó casi sin habla. Después levantamos las alas de la imaginación y cada cual contó la película que vio camino del piso de estudiantes. Esa noche las sábanas estuvieron más frías que de costumbre. 

Lo que se supo décadas después nada tiene que ver con aquel momento que vivimos, ni con aquella narrativa truculenta tan atormentada y pasional.



Morbosos

26.11.18



Algunas personas cuentan con espanto lo perverso de grabar y difundir acontecimientos funestos por las redes sociales. No deben conocer que a las ejecuciones públicas de otras épocas nunca le faltaron espectadores.




Aplausos

21.11.18



Los pasajeros que viajan en avión tienen como hábito, en algunos países africanos ‒y conjeturo que otras partes del mundo‒, tocar las palmas cuando aterrizan en un gesto alegre por haber sorteado un destino infausto. Es una manera de estimar y agradecer haber vivido un segundo más.