Atracción

29.12.18



¿Alguien ha visto alguna vez chocar dos naranjas en el punto más alto de su trayectoria cuando han sido lanzadas hacia el cielo en direcciones contrarias? Es un hecho insólito, peculiar y casi irrepetible que ocurrió cuando tenía trece años y marcó el inicio de una inusitada, especial y desmedida amistad. 

En realidad, lo que colisionó en aquel momento no fueron dos naranjas, fue el encuentro de dos ideas similares que iluminaron una amistad de dos adolescentes. Parecía un hecho fortuito en ese momento, un designio, una indicación del azar. En cambio, ahora entiendo que fue el inicio de un camino de quienes pensaban un mundo común y diferente al de otros jóvenes. 

Aquella señal era una puerta abierta a todo un mundo de curiosidades y conocimientos y de tomar la vida según nos apetecía bajo los límites de acecho familiar. Más que un choque fue una atracción que pareció infinita y duró, en la eternidad, el tiempo que permanecieron en el cénit aquellos dos cítricos.



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