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Detener el tiempo
7.7.15
—Le veo muy callado, señor Huxley.
—El que guarda silencio no declara contra sí mismo.
—Tampoco contra los demás.
—El silencio se halla tan pleno de sabiduría potencial, y de espíritu, como un bloque de mármol en bruto es, en potencia una gran escultura.
—¿También vale para los ignorantes?
—En la mayoría de los casos la ignorancia es algo superable. No sabemos porque no queremos saber.
—O porque no amamos a las palabras,
—Las palabras pueden ser como rayos X si se usan apropiadamente: lo atraviesan todo.
—Veo que le gusta jugar con las palabras.
—Es delicioso dar con alguien que acepte las pequeñas ironías como expresiones de la mayor seriedad.
—No es el caso del lenguaje político.
—Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje.
—Por no decir que han declarado ilegal la ironía.
—Es difícil mantener conversación con una persona que responde a las palabras personales con expresiones impersonales, a las palabras sentidas con una generalización intelectual.
—A veces dan miedo.
—El amor ahuyenta el miedo, y recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y solo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.
—Toda una experiencia.
—La experiencia no es lo que te sucede, sino lo que haces con lo que te sucede.
—A pesar de toda la propaganda que nos echan encima.
—La eficacia de una propaganda política y religiosa depende esencialmente de los métodos empleados y no de la doctrina en sí. Las doctrinas pueden ser verdaderas o falsas, pueden ser sanas o perniciosas, eso no importa. Si el adoctrinamiento está bien conducido, prácticamente todo el mundo puede ser convertido a lo que sea.
—Y ahora con la añadidura tecnológica.
—La ciencia y la técnica, al servicio de los intereses de poder, conducirán al mundo a formas sociales de dominación absoluta, a instituciones opresoras a las que nada quedará al margen, de las que nadie escapará.
—¿Qué nos queda?
—El bien de la humanidad debe consistir en que cada uno goce al máximo de la felicidad que pueda, sin disminuir la felicidad de los demás.
Etiquetas: aforismo dialógico, Huxley
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