Nunca des a tu enemigo la satisfacción de sentirte mal.
Pedagógicas
29.6.25
Era
una escuela que enseñaba en el fracaso y por eso expulsaba a los estudiantes
con mejores notas.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Rumbosos
28.6.25
La complicidad es una forma de amor desinteresada.
Etiquetas: aforismo, complicidad
Trozos de vida
26.6.25
Etiquetas: análisis, comentario, reflexión, vida
Prescindibles
24.6.25
Etiquetas: aforismo, existencia
Cronógrafo
22.6.25
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Conjunción
21.6.25
Cuando se reúnen corazón, locura e inteligencia se producen obras geniales.
Etiquetas: aforismo, corazón, inteligencia, locura
Fóbicos
18.6.25
Al pensar en este hecho he descubierto cuáles son mis fobias más particulares. Así no soporto la violentofobia y llevo muy mal la belicofobia; tampoco aguanto la iniquitofobia (del latín iniquitas que significa iniquidad); ni tolero la anísotofobia (del griego anísotēs, que es desigualdad). Y sobrellevo mal la discriminofobia, la indiferentiofobia (indiferencia) y, por supuesto, la misofobia, que es el miedo al odio. Otro día será para escribir de filias.
Hábitat
17.6.25
Etiquetas: aforismo, envidia, frustración
Leyes físicas
15.6.25
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Intensidades
13.6.25
El arte es la práctica de una sensibilidad extrema.
Etiquetas: aforismo, arte, sensibilidad
Antagónicos
8.6.25
Le dijo que vivía en las antípodas de su amor y lo amó al revés.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Cambiar el paso
7.6.25
Hacer variaciones sobre lo invariable nos ayuda a salvar la rutina mental.
Etiquetas: aforismo, invariable, rutina
Pulverizados
4.6.25
Somos esa vela que el viento de la vida apaga y deja flotando ese humillo del recuerdo de la luz que fuimos hasta que se disipa en el tiempo.
Partículas
2.6.25
Pasiones
1.6.25
Anselmo
era un pacífico vecino, un padre ejemplar y popular amigo. Diríase que su vida
de tan buena que era parecía aburrida y gris por lo flemática. No había
contraste solo un color plano de la existencia. Salvo una excepción, su
interacción con la pantalla de televisión cuando jugaba su equipo de fútbol.
Ahí aparecía toda una paleta de colorido cromático. Nadie, tan solo él, podía
trascender con tanta interconectividad a la representación de realidad que
sentía. Lo de menos era insultar o gritar, porque era capaz de transmutarse en
uno de los actores del espectáculo deportivo, normalmente en el entrenador del
equipo. Era tal su mímesis con el plasma que ocurrió una abducción catódica que
lo llevó hasta el banquillo de un club de la Premier League. Y desde entonces
es un reputadísimo míster internacional.
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