Oscuridad

24.7.09




Nunca imaginé que una persona pudiera vivir entre el carbón. Renegrido y tiznado, de la cabeza a los pies, Pepe ‘el carbonero’ siempre me recibía con una sonrisa cuando iba a por cisco. Saberme ennegrecido y sucio todo el día me creaba desazón infantil. Sin embargo desde el interior de los ojos de aquel hombre fuliginoso emanaba una luminosidad fruto de su vida interior. Las pocas veces que visité su carbonería siempre leía el mismo libro: ‘Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres’ de Diógenes Laercio. Me contaba que lo hacía para entender el mundo y me hablaba de sabios como Praulo de Tróade, personaje que soportó tormento como traidor a la patria sin abrir la boca ante sus congéneres.


1 apostillas:

Anónimo dijo...

Testimonio ilustrador.