Proust, para desayunar, mojaba las magdalenas de su memoria en una taza de nostalgia. Un ejercicio de evocación tan mañanero parece una práctica burguesa inocua después de haber asistido a un festival de pesadillas.
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4 apostillas:
La tarea que más apreciaba en la vida era amar.
A lo peor tuvo un mal sueño por comer picante... No sé... a mí Proust me da igual... nunca compartimos esa obsesiva enfermedad del alma de la nostalgia... ¿o sí?... jajaja... Es que hay enfermedades que se contagian con sólo leer su nombre... saludos... te leo... pau
a veces nos parecemos
solo a veces
vivir amAr
amAr vivir
amAr..
Leí hace más de veinte años la escena de la magdalena y aún me sigue conmoviendo ese ejercicio sutil de la memoria. Algún día volveré a releerlo. Proust es uno de los grandes, burgués, sí, y qué más da.
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