Desde que tuve entre mis manos el primer diccionario sentí que poseía un instrumento diabólico. Disponer de tanto conocimiento junto representa un hecho demoníaco. En cambio la obra de Ambrose Bierce nada tiene de mefistofélica de no ser que el ingenio intelectivo se considere algo maligno.
Hace unos días Juan Poz, excelso comentarista y amigo de este blog, me sugirió publicara la siguiente entrada de esta obra que gustoso refiero aquí y de la que en este blog se pueden encontrar algunas referencias:
Guillotina, s. Máquina que hace que un francés se encoja de hombros con buen motivo. En su gran obra sobre “Líneas Divergentes de la Evolución Racial”, el erudito profesor Brayfugle argumenta que el predominio de ese gesto entre los franceses demuestra que descienden de la tortuga, y que es una simple supervivencia de la costumbre de replegar la cabeza al interior del caparazón. Me desagrada discordar con autoridad tan eminente, pero en mi opinión (detalladamente expuesta en mi obra Emociones Hereditarias, Libro 11, capítulo xi), el encogimiento de hombros es una base demasiado débil para fundamentar una teoría tan importante, puesto que antes de la Revolución, el gesto era desconocido. No dudo que tiene una relación directa con el terror que inspiró la guillotina cuando su uso estaba en auge.
Por ampliar el repertorio de términos acogidos en esta compilación añado otro de singular idiosincrasia:
Soga, s. Instrumento que va cayendo en desuso, para recordar a los asesinos que ellos también son mortales. Se coloca alrededor del cuello y acompaña al usuario hasta el fin de sus días. En muchos sitios ha sido reemplazada por un artefacto eléctrico, más complejo, que se aplica a otra parte del cuerpo; pero este sistema, a su vez, está siendo rápidamente sustituido por un aparato llamado "sermón".