Llegados a estas alturas del año, a veces, nos da por reflexionar sobre todo lo que dejamos escrito y sobre aquello otro que se quedó en el limbo de las ideas: unas cuantas historias sin escriturar.
Porque no escribí ningún comentario sobre Sabina, cantante con legión de seguidores que lo admiran y lo veneran. Y quería haber escrito que Sabina es un ser extraordinario frente a los seres normales que para ganarse el sustento salen todos los días a trabajar. Algunos de ellos se levantan de madrugada, pero Joaquín se ríe de ellos porque no se acuestan a esas mismas horas borrachos como él después de una tras otra, noche de farra. A los seres normales los delincuentes les roban en plena calle. A Sabina como lo conocen, no. Y encima se jacta de ello y les canta una canción. A Sabina se le permite ser un crápula con las mujeres, a los seres normales masculinos se les critica que traten mal a las mujeres y se les acusa, cuando actúan como él, de inmaduros sentimentales.
No escribí ningún post sobre la monarquía (española también) que me parece una forma de gobierno anacrónica y obsoleta.
Tampoco lo hice sobre la explotación infantil en los programas televisivos como es el caso de ‘Menuda noche’ de Juan y Medio.
No anoté nada sobre los hijos primogénitos que siempre añoraron tener un hermano mayor.
Ni sobre las etiquetas de los champús o de los jabones líquidos que, al leerlas, parecen calcadas unas de otras en los componentes que contienen.
En fin, otro año será.