Chiflado
18.11.18
Comenzó como empiezan muchas cosas, con un probar para ver si somos capaces de mejorar una técnica. Los primeros intentos fueron baldíos, más por el empeño y la insistencia despejó el camino hasta alcanzar su propósito, y silbó. Imitó, así, a otros compañeros de la escuela también practicantes.
Al principio la secuencia de silbidos fue espaciada entre horas y conforme pasaban los días la ensayística fue a más, hasta ser continua y sin pausa. Los familiares del niño, tras una temporada de capear sus silbos, decidieron poner tapones de cera en sus oídos.
El incesante uso de los labios para obtener un pitido continuo y agudo, otorgó al niño una peculiar fisionomía debido a la prolongación muscular, hueca y elástica que sucedió en su boca, pasando a formar parte de la taxonomía de animales con trompa que pueblan el planeta como el tapir, el elefante o el mosquito trompetero.
Eso sí, debido a su potencia succionadora que desarrolló, su madre nunca tuvo que ponerle más una cuchara para tomar la sopa y, en su madurez, se especializó en trabajos de libación.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
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1 apostillas:
Imaginativo hasta decir basta. Muy buena esa génesis de una especie silbadora y succionadora.
Me ha encantado. Un abrazo
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