Casimiro

30.10.18



Cada mañana, al levantarse, se saluda inversamente en el espejo porque ese otro yo que tiene el corazón al otro lado, es el mejor interlocutor que tiene. Con él ejercita las primeras palabras, esas que serán cruciales en las primeras circunstancias de la jornada, el «buenos-días», «cómo-está-usted-esta-mañana», «hoy parece que no va a hacer buen tiempo». Lo hace desde que hace unos años le ocurrió que, tras un monólogo interior de muchas horas, cuando abrió la boca para saludar, se le cayeron las palabras al suelo, por pura pereza de las mismas o porque aún no se habían despertado. Y, por eso, para que no le vuelva a ocurrir lo mismo, desde que abre los ojos parlamenta hasta con su sombra.



2 apostillas:

Albada Dos dijo...

Es muy sano hablarse al espejo, cobre todo porque las palabras no resbalen luego

Un abrazo

Ikana dijo...

Y vuelva siempre