Cada vez que pasaba por aquella boca de metro escupía en el sombrero vacío del pedigüeño. Harto el mendigo de ver el gesto repetido, un día le preguntó por qué lo hacía. «Yo al menos te regalo mi desprecio, el resto nada.»
Dadivosidad
12.9.10
Cada vez que pasaba por aquella boca de metro escupía en el sombrero vacío del pedigüeño. Harto el mendigo de ver el gesto repetido, un día le preguntó por qué lo hacía. «Yo al menos te regalo mi desprecio, el resto nada.»
Etiquetas: cuentos diminutos
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
7 apostillas:
Dadisalivosidad..., nietzscheana.
Un cuento macabro, a fe mía.
y cuanto tiempo tengo que estar asi, atada a algo que no puedo ver?
Cierto es que algunas personas consideran la indiferencia como peor castigo.
Cuánta dureza... pero estamos rodeados de ella.
Besos de lunes.
Los regalos se pueden aceptar o no. Ofenderte por un regalo que no quieres es aceptarlo.
Publicar un comentario