Paralelogramos

26.2.10



Existe en la geometría de la memoria infantil una figura de nefasto recuerdo. Odiada y deseada desde el anhelo de la curiosidad, establecía la frontera de un mundo prohibido cuyas puertas sólo podía abrir el paso del tiempo. La presentación estelar de la silueta del rombo en la pantalla del televisor estaba precedida del mayor momento de incertidumbre conocido en la temprana edad. Los escasos planos que se colaban en el televisor sin que apareciera la maldita silueta del polígono eran como un regalo para intuir la historia que se contaría de inmediato y con la que se podría soñar pero nunca satisfacer la indagación.

Lo más infausto de aquel cuadrilátero paralelogramo no rectángulo era ver aparecer su doble figura, porque entonces no cabía negociación posible y el camino de la cama era seguro. Los límites de la libertad infantil frente a la televisión, en horario nocturno, estaban fijados por un área con cuatro lados iguales en longitud y paralelos dos a dos, para satisfacción de los padres.

3 apostillas:

Joselu dijo...

¡Qué tiempos aquellos! Y Félix Rodríguez de la Fuente y Estudio 1, y Star Trek y Viaje al fondo del mar, Rumbo a lo desconocido, Historias para no dormir, Los vengadores y Massiel... Tempus fugit.

M. Domínguez Senra dijo...

En casa de mis padres los dos rombos establecían la barrera, pero con uno nos dejaban "permanecer atentos ante las pantallas" sin problema. Ante la duda, en un momento dado nos decían "a la cama" (censura sobre la marcha).
Creo que es por culpa de los rombos por lo que no me gustan las pastillas Juanola.

Juan Poz dijo...

La lucha por la autoafirmación comenzó con aquellos malditos rombos tras cuyo par intuía unas orgías sexuales no de padre y señor mio precisamente. Lo mismo me pasó con las clasificaciones cinematográficas: 3R y 4 ¡gravemente peligrosa!
Dicho en otras palabras: "El Santo", un rombo. "Elliot Ness y los intocables", dos rombos. "Historias de la frivolidad", ¡dos rombos...!
Tiempos...