El amolador

16.9.07



Cada vez que el afilador aparecía por el barrio con su piedra de amolar y hacía sonar su flauta, una lluvia de objetos le caía encima. Todos los residentes en aquella vecindad eran creyentes de la vieja tradición: cuando el amolador hace sonar su pito se levanta viento de poniente y se lleva las nubes.

2 apostillas:

Joselu dijo...

En mi niñez oía el caramillo de los afiladores, salía al balcón y me quedaba embelesado viendo las chispas que desprendía la piedra de amolar afilando cuchilos, tijeras y demás utensilios. Entonces, fascinado, quería ser de mayor también afilador, vocación que todavía tengo porque todos los afiladores son un poco poetas y filósofos.

Anónimo dijo...

Y digo yo, ¿por qué esta historia está a medio contar? como le caían los objetos al señor afilador, ¿de punta o de canto? ¿se libraba de una muerte segura porque los objetos estaban sin afilar? ¿es bueno el viento de poniente? porque a mí las nubes me gustan, tienen formas curiosas... y me gusta el viento de levante, para que te voy a decir que no, pero el de poniente ladrón de nubes, no tanto. ¡Ah! y el afilador de mi calle tenía una armónica, no una flauta, y después de pasarle los labios de punta a punta, gritaba "el afiladooooooooor", más guay que era...