Miguelón

12.2.10



Soy de la opinión que no existe un destino atadura de lo que somos aunque, al final, sí terminamos atados a un destino preciso.

Ese es el caso de Miguelón, apodado así desde el instituto porque tanto su físico como su personalidad se derramaban del simple molde de Miguel. Con su cachaza y su frialdad de ánimo, nada parecía inquietarle.

Estaba allí porque le habían mandado igual que un niño va donde le ordenan porque tiene que cumplir con un encargo, todo sin el más mínimo interés. Así lo fue hasta terminar, con los años que fueron necesarios y las ayudas oportunas, su carrera de Farmacia.

Hace unos días lo vi cruzar la calle con un cigarrillo en la mano. Salía de la farmacia que regenta y cuya licencia adquirió por herencia familiar. Llevaba el mismo gesto despreocupado que cuando caminaba, lerdo, tardo, por los pasillos del instituto.

Cien metros más abajo, Isidro, un chico de la misma generación que era todo pundonor en los estudios, que lograba buenas notas y se entregaba a las causas de los compañeros, y que estudió Farmacia con un expediente inmaculado, regenta un herbolario mientras medita tranquilo ejercer un destino diferente.

4 apostillas:

Juan Navarro dijo...

¿Acaso no son sus profesiones el paradigma de sus vidas? Y probablemente lo será de sus muertes.

Malo Malísimo dijo...

Miguelón si tiene escrito su destino, Isidro tiene por destino el horizonte entero.

María dijo...

La vida es así de injusta, Francisco.

Algunos sin capacidad ni merecimiento alguno, justo tienen, lo que por trabajo y esfuerzo otros merecerían.

Pero a lo mejor, como dice MALO, la vida todavía tiene mucho que decirle a ISIDRO y seguramente poca cosa, a MIGUELÓN.

Muchos besos.

Anónimo dijo...

Carvalho dijo....

...o quizás la vida ha invadido, desde siempre, hasta el último rincón del alma de Miguel y es por eso que no ha buscado nunca horizontes tangibles. Puede que su mente siempre haya estado viajando, experimentando, descubriendo mundos en los infinitos recodos de su alma, para llegar a la conclusión de que no es necesario luchar contra un destino gris en la realidad gris, poblada de seres que, de tan grises alucinan con Isidro y su oficio verde.