‘La Maruja’

9.10.09



Mirar por encima de la tapia era un ejercicio diario a la hora del recreo. Lo de tirar piedras era un acto más esporádico y siempre jaleado por los más aviesos, aunque bien era cierto que sólo se aventuraban cuando la puerta permanecía cerrada. Pocas fueron las ocasiones que pude ver a aquella mujer porque, pienso, se escondía de nosotros. Una mañana la divisé mientras tendía la ropa en la hondonada donde se situaba su casa. Distinguí una mujer entrada en carnes y en años, con el cabello cobrizo y la cara manchada de maquillaje. Nada extraño pude ver que justificara tanta animadversión infantil. Entonces lo pregunté. La respuesta fue fulminante: «es puta». La palabra me dejó tan atónito que se debió reflejar en mi cara porque a continuación vino una prolija explicación, jalonada de anécdotas, sobre la desventurada vida de una mujer solitaria y de su oficio.

4 apostillas:

María dijo...

¡¡Es que la crueldad infantil, instigada por la maldad adulta, no tiene límites!!

besos

simalme dijo...

Porteras oficiales

Antero dijo...

Hace años, un policía que padecí, le bajaba los humos a los esposados gallitos con una caricia en el riñonar y esta advertencia a la oreja: "ojito, que nosotros somos buenos como todos, pero somos malos como nadie".

Yo, para referirme a las putas, le doy la vuelta a ese clásico lema policial: entre ellas hay personas malas, como en cualquier patio de vecinos, pero cuando son buenas, son las mejores buenas.

Un abrazo.

PiLaR mArTiNeZ dijo...

...la cruda realidad de un mundo lleno de prejuicios, clases, y diferencias...