Raúl era un muchacho alegre y espabilado. Vestía siempre de negro, estilo seudopunk; le gustaba la música crítica y tenía una novia de toda la vida. No lo había vuelto a ver al menos desde hacía veinte años. Cuando me lo encontré había variado su estética considerablemente. Vestía traje de policía y cinto con pistola. Me saludó cordial como siempre y me recordó tiempos pasados de juventud.
Tras una despedida amistosa me pregunté si todavía perviviría en él su espíritu punkie ahora disfrazado de policía. Aposté, en cambio, por pensar que desde joven era un hombre de orden y seguridad camuflado de rebelde.
Es más fácil mudar de camisa que de condición.