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Miguel

29.10.10



Mientras ordenaba unas cajas con papelorios antiguos, una nota manuscrita cayó en mis manos. En ella se podía leer lo siguiente:



Paco:


Me voy y no pude despedirme de ti. Lo siento.
Te dejo en mi casa 100 pesetas
(cuatro pegatinas que vendí)
y 21 pegatinas que no vendí
y un bono de 500 pesetas (pídeselos a mi hermano).
A el de la emisora le di:
en metálico 1.300 pesetas
un bono de 200 pesetas
total 1.500 pesetas

Hasta octubre Paco
un abrazo
Miguel



Miguel no volvió ningún octubre. Cuatro jóvenes lo recogieron en la cuneta de una carretera mientras hacía 'autostop'. Varios kilómetros más tarde un choque frontal segó las cinco vidas.

Miguel era Miguel Pérez Choin, con ese segundo apellido de madre francesa por el que tantas bromas hubo de aguantar en el instituto. Y uno de esos personajes que suelen ser mal interpretados por la mayor parte de su entorno social y atraídos por mí, pienso porque simplemente me paro a escucharlos un instante más que el resto.

Miguel era el extraño pez en la pecera de peces de colores. Quien se implicaba en hacer aquello que los demás no querían ni mirar. Tan introvertido como incomprendido, tan excéntrico como batallador. Su recuerdo es ahora el ajado perfume de octubre que se marcha. La cita con el paso del tiempo.Y un hilo en la maraña de afectos que la vida tejedora entrelazó.