Chupasangres

15.12.24

 

Dorotea arrastraba a diario su carrito de la compra por un itinerario invariable. Nadie la vio nunca comprar nada en ninguna tienda o comercio del barrio. Su vecina Adriana recelaba de ella y sospechaba que algo se traía entre manos. Bajo aquella apariencia de mujer distraída y solitaria, latía algún asunto turbio. Un día se plantó delante de Dorotea interrumpiendo su camino y la interrogó sobre el contenido del carrito. Ella, con una tierna sonrisa, le contestó: «cabezas». La palabra le rebotó dentro como si fuera un eco, mientras veía como se alejaba la mujer. ¿Cabezas?, sería una asesina en serie que mutilaba los cuerpos y los transportaba hasta un vertedero, pensó. Y de inmediato corrió tras de Dorotea para pedirle más explicaciones. «¿Cómo que cabezas?», la interpeló. «Sí, hija, cabezas de ajo, porque no sé si te has enterado de que, con la llegada del buen tiempo, ha comenzado la temporada de vampiros y están por todos lados».



2 apostillas:

José A. García dijo...

La gente mal pensada siempre es la más despistada, la que menos se entera de las cosas que de verdad importan.

Saludos,
J.

josia dijo...

La vieron vendiéndolas en la puerta de La Casa Encendida y gente oscura que cambió de acera.