Insanos

8.6.21



«De algo hay que morirse», confiesa tan vital como vividor cuando se le advierte que tal o cual práctica en perjudicial para su salud. Algo que me trae a la memoria lo que comentaba Robert Walser: «A quienes conservan el sano juicio les hago el siguiente llamamiento: no leáis siempre y de manera exclusiva esos libros sanos; acercaos un poquito a la llamada literatura enfermiza, de la que tal vez podáis sacar un consuelo vital. La gente sana debería arriesgarse siempre de una u otra manera. ¿Para qué demonios, si no, conservar el sano juicio? ¿Para morir un día saludablemente? Vaya un futuro desolador».



3 apostillas:

Albada Dos dijo...

Seremos los más sanos del cementerio. Un abrazo

Joselu dijo...

Leer a Robert Walser es ciertamente una experiencia fronteriza, en los límites, que conmociona al lector. Sus últimas décadas en una casa de salud lo llevaron a un final previsible ya en sus últimos microgramas, realmente incomprensibles y faltos de ilación que al lector le cuesta seguir en una lógica a la que no llega. Yo he leído varias obras suyas pero me estrellé con esta parte conclusiva de sus relatos y tuve que dejarlos. ¿Literatura enfermiza? Hay abundante siguiendo a alcohólicos como Malcolm Lowry y muchos otros, a adictos a sustancias como William Burroughs en su delirante Almuerzo desnudo. Existencialistas pesimistas, surfeadores de la nada, esta es una literatura en los márgenes que no es tranquilizadora. Yo la suelo frecuentar pero no es habitual. Una amiga me caracteriza como lector de oscuridad y ella me dice que prefiere la luz. Crueldad, juego en los límites, tensión, tinieblas, enfermedad... El último libro que he leído en este sentido y que te recomiendo si no lo has leído es El gran cuaderno de Agotha Kristof. Pocas veces he leído algo tan terriblemente cruel. El hecho de que yo frecuente esta literatura no dice exactamente algo positivo de mí y sí más bien todo lo contrario. Es como H.P. Lovecraft que permanecía encerrado durante en día en su casa de Providence y solo salía por la noche a recorrer la ciudad en penumbra buscando iluminaciones para sus perversos y magnéticos relatos. Probablemente mentiría si te dijera que preferiría que me gustara El tiempo entre costuras de María Dueñas o Reina Roja de Juan Gómez Jurado. Es algo que se sobrelleva, aunque siguiendo tu blog no se aprecian lecturas enfermizas entre las tuyas preferidas. Tu post de hoy me ha desconcertado porque te considero esencialmente bueno y optimista, situación que no deja de ser peligrosa en muchos sentidos, es verdad.

francisco m. ortega dijo...

Soy, parafraseando a Antonio Gramsci, un optimista del corazón y un pesimista de la razón.