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Insanos

8.6.21



«De algo hay que morirse», confiesa tan vital como vividor cuando se le advierte que tal o cual práctica en perjudicial para su salud. Algo que me trae a la memoria lo que comentaba Robert Walser: «A quienes conservan el sano juicio les hago el siguiente llamamiento: no leáis siempre y de manera exclusiva esos libros sanos; acercaos un poquito a la llamada literatura enfermiza, de la que tal vez podáis sacar un consuelo vital. La gente sana debería arriesgarse siempre de una u otra manera. ¿Para qué demonios, si no, conservar el sano juicio? ¿Para morir un día saludablemente? Vaya un futuro desolador».



En la buhardilla del hotel ‘Blaues Kreuz’

27.4.16



—Señor Walser, parece usted un tipo solitario.
—A menudo las apariencias engañan, señor mío, y lo mejor es dejar el juicio sobre una persona a esa misma persona. Nadie puede conocer tan bien como él mismo a un hombre que ha visto y vivido tanto.
—Aunque no sienta afecto por él mismo.
—Un hombre no se siente orgulloso de las alegrías y del placer. En el fondo lo único que da orgullo y alegría al espíritu son los esfuerzos superados con bravura y los sufrimientos soportados con paciencia.
—Eso no ocurre en tanta gente.
—No estaría bien criticar a otros sin compasión y querer tratarme a mí mismo con delicadeza y tan cuidadosamente como sea posible. Un crítico que tal hace no es auténtico, y los escritores no deben abusar de la escritura.
—¿Es necesario?
—Hay que aprender a amar la necesidad, a cuidarla.
—Hay mucho sumiso.
—Los que obedecen en su mayoría son copia perfecta de los que los mandan.
—¿Y qué va a hacer?
—Con todas mis ideas y necedades podré fundar muy pronto una sociedad anónima para la difusión de ilusiones hermosas, pero nada fiables.



Cotidianas

11.3.16



Robert Walser hablaba de que «cuanta menos acción hay y más pequeño es el entorno que precisa un poeta, tanto mayor suele ser su talento (…) Las cosas cotidianas son lo bastante bellas y ricas como para poder sacar de ellas chispazos poéticos». Quien practica la escritura cotidiana y la escritura interior saben mucho de ello, porque al talento hay que sumarle la atención al completar y la mirada reflexiva sobre lo que aparece tan prosaico y rutinario.