La plaga
26.7.20
Los dos hombres parecían mantener una larga conversación cuando asomaron por el final de la calle arrastrando aquel artilugio. Al acercarse sus palabras aparecieron nítidas en mis oídos. Uno de ellos, el joven y fortachón, manejaba un gancho metálico con el que levantaba las tapaderas de las alcantarillas. Su compañero, no mucho mayor y más bajito, tiraba de un depósito con ruedas y una pistola para fumigar mientras escuchaba el discurso de su acompañante: «Las cucarachas son como las ideas, para que salgan de la oscuridad hay que espolearlas con un antígeno. Es lo que hacen con la gente, envenenan su mente con todo tipo de sustancias y le sacan los pensamientos de su parte más negra y genuina».
Su amigo parecía no escuchar en tanto esperaba a que levantara la tapa de hierro para rociar aquella boca oscura con el líquido que contenía el recipiente. Después emprendieron su camino hacia una travesía posterior. Antes de perderlos de vista pude leer la leyenda impresa en el traje de trabajo que vestían: AHIMETPISA, Agencia de Higiene Mental y Tratamientos de Plagas Intelectivas Sociedad Anónima.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
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3 apostillas:
Cuando los vuelvas a ver los mandas para estas costas.
Saludos,
J.
Qué final más bueno. Un post realmente inquietante.
Un abrazo
Y a mí que el sentido democrático de las cucarachas, que carecen de reina, me parece admirable...
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