En el supermercado

12.6.12




―Ve usted, señor Ovidio, los precios cada día más caros y los salarios más cortos.
―Compra lo necesario, no lo conveniente.
―Es difícil con tanto donde elegir.
―La abundancia me hizo pobre.
―La opulencia es la madre del deseo.
―No se desea lo que no se conoce.
―A pesar de ello, el consumo fatiga.
―Se hace ligera la carga que se sabe llevar bien.
―Pero cómo hemos podido llegar a esta locura.
―Las causas están ocultas. Los efectos son visibles para todos.
―Sí, se nota y no sé cómo vamos a salir de este agujero.
―La gota horada la roca, no por su fuerza sino por su constancia.
―No bastará con ser tenaz.
―Nada hay más fuerte que el hábito.
―Sí, la miseria.
―Sé paciente y duro; algún día este dolor te será útil.
―Para qué quiero el sufrimiento si con él no se hace justicia.
―El objeto de la leyes es impedir que los fuertes se salgan siempre con la suya.
―Entonces, hay esperanza aún.
―La esperanza hace que agite el naufrago sus brazos en medio de las aguas, aún cuando no vea tierra por ningún lado.
―Habrá que esperar a ver un faro al menos.
―Apresúrate; no te fíes de las horas venideras. El que hoy no está dispuesto, menos lo estará mañana.
―Estamos a disposición de lo que se avecina pero no parece un plato de buen gusto.
―El placer más seguro es el menos placentero.
―Más que placer, es una situación de inutilidad.
―Nada es más útil al hombre que aquellas artes que no tienen ninguna utilidad.
―Entonces igual que sus poemas, aunque los lectores piensen de otra manera.
―Los grandes poetas no necesitan un lector indulgente: agradan a cualquiera por difícil que sea de complacer.
―Siempre hubo quien le envidió.
―Aprender es lo correcto, aunque sea del enemigo.
―¿Hacia dónde va?
―Huyo de lo que me sigue; voy detrás de lo que huye de mí.





«Cuando una persona ya no puede reírse de sí mismo, es hora de que otros se ríen de él.» Thomas Szasz

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