Decepcionado orbe

8.6.12




«Para qué he nacido, para el cumplimiento de una sentencia ignorada en mi juventud y mi infancia. Desconocía mi deber de adulto al pensar que mi vida sería un idilio con aquellas utopías literarias y libertarias», rodeado por sus circunstancias y responsabilidades, reflexionaba el poeta Piteas de Trecena. ¿Las utopías son como ronchas en la epidermis mental de los adultos? ¿Qué habría perdido el poeta en su caminar por este mundo?






«En mis enemigos veo sus obras, no su identidad» Madame du Barry

3 apostillas:

Joselu dijo...

Las utopías se nos van deshaciendo entre los dedos a medida de que somos más conscientes de lo que es realmente la condición humana, sus acondicionamientos, sus limitaciones, su grandeza y generosidad pero también, su miseria y su fragilidad.

Juan Poz dijo...

Las utopías son el catecismo de los desgraciados.

Javier dijo...

Me entrometeré, sin duda, pero creo que las utopías son la desgracia en sí, Juan, sin catecismos para ateos que valgan. Claro que esto es lo que diría un neorrealista, mas no este escribidor, que vive en lugares fantásticos por imposibles... o désele la vuelte si se quiere y prefiere: lugares imposibles por fantásticos.

¿Por qué las utopías son siempre el alimento de los ilusos, Francisco?

Un abrazo a los tres.