Teresa y Teresita son madre e hija. Dos mujeres condenadas a envejecer unidas. Cada noche las veo caminar cuando llevan a sus perros al parque y mantienen una conversación que parece un monólogo. No tienen parientes cercanos que las visiten y se relacionan poco con el vecindario. Asegurada la economía doméstica por el alquiler de unas tierras, pasan su tiempo dentro de la casa.
Cada noche me pregunto al verlas, dos figuras casi fantasmales perdidas en la oscuridad, qué convencimiento tiene la vida algunas veces que nos hace continuar adelante incluso cuando estamos derrotados.
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