Pensar en la Escuela
16.9.14
—Comienza un nuevo curso que es el mismo de siempre y es siempre distinto. ¿Avanzamos hacia una escuela más justa, señor Dubet?
—¡Todas las escuelas del mundo son socialmente injustas! En todas, los alumnos de clase más alta obtienen más éxito escolar que los de las clases más populares. En cualquier sitio. Pero lo interesante es ver cómo esas desigualdades varían mucho de un país a otro. Por ejemplo, partiendo de unas desigualdades sociales comparables, la escuela canadiense es menos desigual que la americana, y la escuela francesa es más desigual que la escandinava. Por tanto, la escuela siempre reproduce las desigualdades, y habría que atajarlo
—¿Cuáles son entonces las buenas escuelas?
—Las buenas escuelas son las que dedican más esfuerzo a los alumnos con más dificultades. La justicia de un sistema escolar no está tanto en la cantidad de alumnos pobres que llegan a la elite, sino en la calidad de la escuela de los alumnos más débiles. La verdadera dificultad hoy es tener una pedagogía individualizada. Los países con mejores resultados escolares son aquellos donde los docentes consideran que la igualdad social no es contradictoria con la individualización de los alumnos. Y los alumnos que no han tenido éxito en la escuela deben poder beneficiarse con otros tipos de formación. Cuando yo era chico, la escuela les decía a los hijos de obreros que probablemente iban a ser obreros, pero que la condición obrera iba a mejorar. Hoy se les dice que la situación obrera es mala; que si tienen méritos, saldrán de ella, pero si no los tienen, peor para ellos.
—Quizás sea el momento de que en las escuelas se enseñe otros contenidos.
—Cosas que no tengan un interés estrictamente escolar. Recuerdo un ejemplo divertido: los daneses tienen unos alumnos que no son muy buenos según las encuestas. Fuimos a visitarles y les dijimos: “No sois muy buenos”. Y nos respondieron: “No somos los primeros, pero es que tampoco es lo que más nos interesa. A nosotros lo que nos interesa es formar ciudadanos. No nos apuntamos a ninguna carrera, ya tendrán en el futuro más ocasiones de ser competentes, no competitivos”.
—Y en los modelos de igualdad, quizás trabajar más…
—Si el acenso social de género es positivo, el efecto no deseado es la profundización de la desigualdad entre mujeres. No estoy seguro de que el modelo de igualdad de oportunidades sea menos opresivo que el de las posiciones sociales. Ser exitoso es muy opresivo. Si en el segundo, uno se volvía neurótico, en el primero el que trabaja mucho se deprime y no sabe luego qué hacer con su libertad.
—¿Qué hacer con los que fracasan?
—Podemos condenar la pobreza, pero no tenemos ninguna simpatía por los pobres. Y eso es algo que sucede en todas partes, del mismo modo que en el sistema escolar no hay ninguna simpatía por el que fracasa. El modelo de igualdad de oportunidades tiene bastante crueldad, porque para que los vencedores merezcan su victoria, es necesario que los vencidos merezcan su derrota.
—¿Dónde está la igualdad?
—Decir que somos libres e iguales es una ficción, y la igualdad de oportunidades es indiscutiblemente una ficción. Es un principio de justicia que individualiza a los actores y pone a todos en competencia, y creo que no está bien construir una sociedad sobre un principio como ése. Además, el logro del mérito puede incrementar considerablemente las desigualdades sociales. En el fondo, el mérito no impide que los más ricos tengan todo y que estemos convencidos de que lo merecen, así como de que los pobres merecen la pobreza. Como estamos en una sociedad muy individualista, capitalista y liberal, el principio de la igualdad de oportunidades la transforma en muy desigual, muy violenta y muy poco solidaria. Hoy la concepción de las desigualdades sociales en Estados Unidos, Canadá y Europa está basada únicamente en la discriminación, es decir, en los obstáculos al mérito. Es verdad, pero no hay que olvidar que si un obrero está mal pagado no es porque no tenga mérito, sino porque está siendo explotado.
—Cerremos el aula por hoy.
—Siempre pensé que lo importante de la vida ocurría fuera de clase.
—Cerremos el aula por hoy.
—Siempre pensé que lo importante de la vida ocurría fuera de clase.
Etiquetas: aforismo dialógico, François Dubet
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Etiquetas: cuento verano, cuentos diminutos
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Etiquetas: cuento verano, cuentos diminutos
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