Condena un poeta consagrado a los sumisos, a los gregarios. Habla amparado en la seguridad que le dan unos versos donde critica la guerra de Iraq y otros desastres de la humanidad.
Pienso que hablar es muy fácil, más aún desde las trincheras del bienestar acomodaticio y no ignoro que quien alza su voz contra los sumisos no lo es menos, o acaso no es un acto de sumisión recibir el Premio Nacional de las Letras, ser académico, invitado ilustre de tertulias, conferenciante –previo pago-, así como otras ocupaciones perfectamente encastradas en un sistema de acatamientos. ¿O sólo somos sumisos los que nos levantamos temprano porque tenemos que ir a trabajar para pagar el traje que nos cubre, la casa que habitamos y el pan que nos alimenta?